RETRATOS HABLADOS
Los tiempos que vivimos en asuntos de política nos ofrecen una realidad que por necedad habíamos negado sistemáticamente: hemos dejado esa actividad en manos regularmente ineptas, carentes de preparación académica, de un interés real por prepararse, y proclives a la actitud del envidioso que califica al que con esfuerzo y becas de por medio, cursó maestrías y doctorados en el extranjero; que condena con actitud de perdonavidas al que “nadamás se fue a pasear y agarrar malas mañas”.
Tener títulos y certificados no es garantía de un buen trabajo en el poder, pero lo contrario sí lo es, de un actuar que parte de resentimientos y complejos, para cobrarse lo que considera afrenta, por no tener otra visión del mundo que no sea la que no rebasa su minúsculo campo de acción.
Estoy cierto que los que apostaron todo para prepararse mejor con recursos obtenidos de becas, no son de ningún modo los que regresan para menospreciar a los que esperan que sus estudios les hayan otorgado una mejor visión de los problemas económicos y sociales, y por lo tanto una disposición para buscar mejores condiciones para los más del país.
Es evidente que esas personas, hombres y mujeres, son inteligentes y no emprenden el viaje de regreso a su país natal, para fastidiar a sus paisanos o aplicar las malas mañas aprendidas para robarse lo que se pueda. La honestidad se aplica con mayor exactitud cuando el que la maneja lo hace con inteligencia, con razón de ser.
En política ha habido de todo: ignorantes y para acabarla de amolar ladronzuelos, pero también inteligentes e íntegros. La ideología por supuesto existe, pero ser de izquierda o revolucionario, la historia lo confirma, no dio como resultado personajes en el poder llenos de honestidad y tranquilidad mental. Tampoco los de derecha y contrarios a los cambios.
Lo que sí es cierto es que un político inteligente sabe, entiende que polarizar a un país, a un Estado, dividirlo entre buenos y malos, solo trae como consecuencia el desastre absoluto, el absurdo como guía.
Ejercer la política solo puede ser productivo cuando hay preparación del que la representa.
Sin embargo, cada vez es más constante que seamos testigos que verdaderos analfabetas funcionales ocupen una curul, la representación de mucha gente que a ciencia cierta no saben ni lo que hicieron al llevarlos a ese cargo.
Parece el momento de que la política recupere su dignidad, que sea para los que se han esforzado toda una vida en la tarea esencial de prepararse, tener una visión más amplia del mundo, y por lo tanto ofrecer mejores soluciones.
Siempre será más confiable un gobernante que apostó todo, absolutamente todo, al estudio constante y sonante en la universidad, al que se esforzó por tener buenas calificaciones, al que padeció desvelo al prepararse rumbo a los exámenes.
Porque ahí es el alumno el que se enfrenta solo, es él quien debe saber responder cada una de las preguntas, y pese a que tal vez maneje y manipule multitudes, de nada le valdrá si no sabe, si es un ignorante en el tema.
Pero eso solo lo saben quienes tuvieron como única riqueza real su capacidad, su inteligencia, y su posibilidad de demostrarlo en un salón de clases, donde lo que regularmente vale es el conocimiento, no la demagogia, no la soberbia.
Es tiempo de que el ejercicio de la política recupere su dignidad, su razón de ser, y eso solo se logra con preparación y con inteligencia.
Mil gracias, hasta mañana.
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