PREMIO AMIJ

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FAMILIA POLÍTICA

(Segunda parte)

AM- Y también juez o juzgador. Usted cree, Señor Magistrado, perdón que abunde en esto, porque pocas veces se encuentra un perfil como el suyo para poder hablar de estos temas, ¿usted cree que escribir literatura, permite escribir mejores sentencias?

PG- Sin duda, claro que sí, alguien me decía que ya nada más me falta escribir las sentencias en soneto. Le confieso que cuando llegué, ya de lleno, a la carrera jurisdiccional, me costaba trabajo leer los expedientes, porque estaba acostumbrado a leer a Octavio Paz y hay abogados que cobran por hoja. Era verdaderamente difícil para mí encontrar la coherencia en ciertos escritos; ya no buscar la perfección, sino la simple corrección en la sintaxis; finalmente a todo se va uno acostumbrando, se hace tolerante… Sí me costó trabajo, lo confieso; pero también se entiende que la nuestra, no es precisamente una formación de excelencia en cuestiones humanísticas, artísticas, literarias… la que se imparte en nuestras universidades es deficiente. Discúlpeme, pero hay muchos abogados que son prácticamente técnicos del derecho; ya se olvidó aquella aura de elocuencia, aquella imagen del abogado como hombre culto, conocedor de la literatura y de las bellas artes, pero, ni modo, hay que trabajar con lo que se tiene.

AM- E ir reivindicando, formando nuevos perfiles. Señor Magistrado: déjenos platicar un poco de su trayectoria, de su vida como impartidor de justicia… ¿Recuerda Usted algún caso que le haya marcado por su complejidad o peculiaridad, o algún momento que haya definido su vida como impartidor de justicia que lo recuerde ahora en el en el retiro, que dijera: Éste asunto me marcó por tal razón o éste momento, que también en la vida del juzgador hay momentos y contextos sociales, políticos… de las partes que acuden a solicitar justicia?

PG- Curiosamente el Tribunal Fiscal Administrativo del Estado de Hidalgo, cuando llegué ya tenía casi treinta años 30 años, (yo decía que tenía casi treinta años de no existir) porque era un Tribunal visto con indiferencia (cuando se le veía), hasta yo mismo y muchas personas, incluso abogados, no sabían qué era el Tribunal Fiscal Administrativo ni en dónde estaba. Cuando llegué se manejaba un promedio de ochenta asuntos al año; aunque estaba en manos de excelentes hombres de leyes: Magistrado Jesús Ángeles Contreras, mi Maestro en cuestiones poéticas; ex Rector de la Universidad, ex Presidente del Tribunal Superior de Justicia; finísimo bardo ganador de varias flores naturales en diferentes estados de la República. Era un hombre muy querido. Estaba también otro gran abogado, el Lic. Alejandro Straffon Arteaga: ex Procurador de Justicia, hombre culto, jurista de gran trascendencia en el Estado. Completaba la trilogía el Maestro universitario Octaviano Chávez Bustos. A pesar de esos atributos, el organismo colegiado no lograba trascender; la gente no creía en él. En este escenario, el Presidente Municipal en turno implementó un programa de radares, para tratar de controlar la velocidad de los vehículos en el centro de la ciudad; tal decisión fue impopular de origen, por sus claros tintes recaudatorios. Alguien de la prensa me interrogó: -¿A poco va usted a fallar en contra, en caso necesario? -Sí, contesté -No lo creo, -¿Por qué no? -Porque Usted está formado en el sistema y porque está hecho a una situación de disciplina. -Bueno, una cosa es la disciplina y otra es la justicia. Así como pensaba el periodista, pensaba también la autoridad. Llegó un momento en que aumentó la tensión porque se multiplicaron los juicios de nulidad y fallé en contra la inmensa mayoría. El Alcalde era hombre de pelea y nos dimos un buen agarrón (por utilizar términos coloquiales) en los periódicos. “La iglesia castiga más el escándalo que la culpa”, yo estaba haciendo lo que tenía que hacer, sin llegar a algo personal; simplemente lo tenía que hacer y lo hice; de ahí creció un run, run, run, porque la gente empezó a creer y, bueno, no fue una medida espectacular pero sí importante, el Tribunal tenía una personalidad ya clara. Desde luego, la autoridad con quien tuve el desaguisado, en su momento dialogamos: -Oye, no es nada personal, yo tengo que hacerlo y me atengo a las consecuencias.

AM- Magistrado Prisciliano Gutiérrez Hernández, qué bueno que usted toca este tema, esta visión de la diferencia entre disciplina y justicia que es sumamente relevante y puntual lo que usted ha dicho y lo comento porque nos permite ahora entrar en una etapa de la entrevista, donde nos gustaría mucho conocer su visión sobre sobre la justicia y sobre algunos temas que preocupan a la Asociación Mexicana de Impartidores de Justicia, específicamente quiero referirme a ¿Cuáles son los retos que tenemos como órganos impartidores de justicia, para hacer este México más justo? Señor Magistrado, porque vemos que hay grupos vulnerables por todos lados que acuden buscando justicia y muchas veces no se sienten atendidos por la forma en que está diseñado el modelo de justicia en México, lo sustancial se puede perder en formalismos. ¿Cuáles son las tareas entonces señor Magistrado, en esta visión que usted tiene? ¿Cuáles son las tareas que tiene la impartición de justicia en los años por venir para que México sea más justo y que se puedan atender los derechos de estos grupos vulnerables? 

PG- Ah caray, esa es una pregunta y una tarea que debería haber formado parte de las encomiendas de Hércules; yo creo que desde que se abandonó, sociológicamente hablando, la etapa del comunismo primitivo; cuando comenzaron a definirse las clases sociales; cuando empezó a diferenciarse la clase administradora (los ricos) y la clase trabajadora (los pobres), fue bien difícil conciliar entre equidad y justicia, porque ambos conceptos parece que se excluyen. Yo creo que no en balde el genio griego personifica a Temis, La Diosa de la Justicia, con una venda sobre los ojos para que no se le ablande el corazón; para aplicar lo que es justo sin confundirlo con lo que es la humildad, con lo que es la necesidad, porque no siempre el más humilde tiene razón, no siempre el más pobre está en posesión de una justicia que tal vez tenga el poderoso. En el concepto que tenemos de justicia, ésta es una situación muy fuerte, causa, inclusive, de las grandes revoluciones en todo el mundo. Lo que un sistema de justicia como el nuestro tiene que hacer es, en primer lugar, sobrevivir, porque la tentación del autoritarismo es demasiada, por ejemplo, el no respeto a la división de poderes, que no es propiamente una división, sino una distribución de funciones entre diferentes órganos, aunque sean de un mismo poder, como sabemos; pero hay ocasiones en que se pretende que un órgano invada las funciones o las atribuciones de otro y ahí se empieza disolver la esencia del estado de derecho. Creo que para decir que el sistema jurídico mexicano puede terminar de tajo con todas y cada una de las injusticias, es difícil; mientras la sociedad exista y mientras ésta se encuentre dividida en clases sociales (los que tienen y los que no tienen), la deuda de justicia siempre estará del lado de los que menos recursos tienen y no solamente recursos económicos, también sociales, académicos… Recuerdo la célebre cuarteta en una cárcel o tal vez en muchas del país: “En este lugar maldito donde impera la tristeza, no se castiga el delito, se castiga la pobreza”. Siempre estará Temis, por muy cerrados que tenga los ojos y muy justa que tenga la balanza, en deuda con alguna de las clases sociales más vulnerables, sobre todo en nuestro país.

Continuará…

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