Pragmatismo

FAMILIA POLÍTICA
El Caudillismo y la Lucha de Facciones generaron un periodo de compra-venta de lealtades: ¡Viva Villa!  ¡Viva Obregón!  ¡Viva Carranza!  ¡Viva Zapata!…  En este esquema, una equivocación podía resultar fatal.  Es conocida la anécdota de aquel comerciante oriental que, después de varios costosos errores, recibió la pregunta de un grupo armado ¿Viva quién?  La pragmática respuesta fue: “Di tú plimelo”.

“Es mucho más importante tener una opinión
razonable sobre cosas útiles
que saber con exactitud cosas inútiles”.

Isócrates.

El término pragmatismo se define de manera simple: “preferencia por lo práctico o lo útil”.  Formalmente, como corriente de pensamiento se atribuye a los norteamericanos Pierce y Jones, a finales del Siglo XIX.  Ellos afirman que la verdad sólo es válida por su eficacia ante la vida, no como abstracto valor universal.
    Me atrevo a opinar que el pragmatismo es tan antiguo  como la lucha por el poder y los esfuerzos por conservarlo, entre individuos y grupos.  Ejemplo de pragmatismo en los albores de la Ciencia Política, fue Nicolás Maquiavelo, durante el Renacimiento italiano.  A la muerte de Savonarola (quemado en la hoguera  en 1498, tras su enfrentamiento con el Papa Borgia, Alejandro VI), reflexionó acerca de la naturaleza del poder y el éxito político.  En este contexto escribió: “los profetas desarmados siempre fracasan”.
    Cuando por su circunstancia, los Médicis fueron desterrados de Florencia, Maquiavelo los atacó, desde su posición como servidor público; lógico, a su regreso cayó en desgracia.  Después, dedicó, El Príncipe a Lorenzo de Médicis; con ello buscó, sin éxito, reconquistar su protección política.  
La doctrina expuesta en el libro, está lejos de dar piadosos consejos a un gobernante virtuoso; por el contrario, reconoce la existencia de prácticas malignas para conquistar el poder y para preservarlo.  Siempre será importante reiterar que el maquiavelismo existió antes de Maquiavelo y que es injusto aplicar este término con el significado tan siniestro y despectivo que actualmente tiene.  
Su campo de investigación estuvo más allá del bien y del mal.  Él dijo, por ejemplo: “El fin justifica los medios”, pero no aconsejó el uso de procedimientos perversos; simplemente proclamó su razonamiento, como un físico nuclear, lo haría con un descubrimiento de gran potencial destructivo.  Lo malo no son las ideas, sino su aplicación sesgada.
En el ejercicio de la política, lo pragmático suele confrontarse con lo ético.  Sócrates, por ejemplo decía que es mejor sufrir una injusticia que cometerla. Siglos después Jesús de Nazareth predicaba con mansedumbre: “Si te golpean en una mejilla, pon la otra”.  Los mártires del cristianismo antiguo, preferían morir en el circo antes que abjurar de su fe; este espíritu de sacrificio pasó como herencia a los manipuladores del movimiento cristero en el México post revolucionario.
Los valores liberales de la Revolución Francesa (Libertad, Igualdad, Fraternidad), por su pretensión de universalidad, se aceptaron de manera casi dogmática; sin embargo, tal vorágine de ideas y de violencia, engendró al arquetipo de político pragmático, que hasta la fecha logra sobrevivir lo mismo en un bando que en el opuesto.  El personaje, por definición, de esta actitud camaleónica fue el siniestro jefe de la policía secreta: José Fouché, de los pocos que se salvaron de la guillotina.
En México, con una actitud política quizás cuestionable, pero con absoluto respeto a sus convicciones, don Francisco I. Madero se convirtió al morir, en Mártir de la Democracia.  El Caudillismo y la Lucha de Facciones generaron un periodo de compra-venta de lealtades: ¡Viva Villa!  ¡Viva Obregón!  ¡Viva Carranza!  ¡Viva Zapata!…  En este esquema, una equivocación podía resultar fatal.  Es conocida la anécdota de aquel comerciante oriental que, después de varios costosos errores, recibió la pregunta de un grupo armado ¿Viva quién?  La pragmática respuesta fue: “Di tú plimelo”.
De 1929 al 2000, un partido político dominante (hegemónico para algunos politólogos) gobernó a nuestro país sin alternancia.  La lealtad y la disciplina le dieron larga vida, que hasta la fecha, disfruta.  Diez años después surgió el partido de la derecha (oposición auténtica) el cual finalmente accedió al poder por dos sexenios.  La izquierda lombardista tuvo su cuota de diputados de partido y los militares viejitos, “veteranos de la Revolución” también, en sendos institutos políticos de relleno, los cuales siempre se sumaban a “la cargada”.
Con el surgimiento del llamado Frente Democrático Nacional (1988), que encabezaron, entre otros, Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y Heberto Castillo, comenzó el desmoronamiento del gran Partido y se propició la formación de múltiples organizaciones (neocaudillistas, familiares, particulares…) al amparo de los más disímbolos intereses.  
En aras del pragmatismo se integran alianzas entre ideologías diferentes, aún excluyentes y los políticos sin recato, sin decoro alguno, brincan de un lado a otro, se cambian de chaqueta una y otra vez, sin que la sociedad condene sus deslealtades.  Tal vez sería bueno modificar la letra del Himno Nacional para decir: “Piensa ¡Oh Patria querida! Que el cielo, un candidato (o candidata) en cada hijo (o hija) te dio”.
Maurice Joly, en su imaginativo libro Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu refiere una polémica entre ambos personajes, celebrada en ultratumba.  El primero, pragmático por excelencia, no duda en justificar el uso de los recursos más ruines (mentira, engaño, traición, corrupción, soborno…) para conseguir un fin.  El segundo, idealista puro, sólo admite la conquista y preservación del poder, dentro del espíritu de las leyes.  ¿Quién cree Usted, amable lector, que ganaría en nuestro tiempo, la macabra confrontación?

Noviembre, 2017.

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