¿POR QUÉ ESCRIBO SONETOS?

 “De mi retiro en el reposo augusto
mantengo indemne la ilusión florida;
machaco prosa por ganar la vida
y esculpo versos para darme gusto”.
 
Pedro Mata Domínguez.

Mis escasos lectores: amigos, amiguillos, amigotes, conocidos, detractores, similares y conexos, preguntan ¿Por qué remato algunos de mis artículos con un soneto?  La respuesta es simple: cuestión de estilo; me gusta hacerlo.  El soneto suele encerrar un universo en cárcel de catorce rejas.  Para liberar ese cosmos hacen falta: un buen torrente de imaginación, sólido dominio del idioma, de la Prospectiva y sobre todo, privilegiada sensibilidad, propia de los espíritus selectos.  (Creo que fue Aristófanes quien dijo: “la miel no se hizo para la boca del asno”).
 
Ya, en serio, entiendo que las tablillas de arcilla que allá entre los antiguos pueblos sumerios consignaron los primeros intentos de escritura (cuneiforme), no buscaron la fascinación estética de un poema, sino la frialdad práctica de los números.  Después, ante la ausencia de internet, las noticias tenían que transmitirse por tradición oral (antecedente del chisme institucional) y para ello surgieron los rapsodas y aedos, quienes versificaban los principales acontecimientos noticiosos de su entorno, para transmitirlos de manera didáctica.  Así se dieron, por ejemplo, los grandes monumentos literarios que se atribuyen a Homero: La Iliada y La Odisea.
 
Durante la Edad Media, los juglares deambulaban por Europa; glorificaban en verso, hazañas de los grandes campeones en torneos caballerescos, de algunos reyes poderosos: guerras famosas, princesas cautivas, dragones, santos y milagros.  ¿Será que tengo espíritu de juglar?
 
Estos periodistas, poetas y declamadores anónimos utilizaban el latín vulgar, pertenecían al vil pueblo quien denominó a su arte: “Mester de Juglaría”.
 
Por otro lado los cultos, miembros del alto clero, también quisieron participar en este proceso, pero con expresiones lingüísticas refinadas, pertenecientes al latín clásico; muy alejadas de la ignorancia popular.  Éste fue el Mester de Clerecía.  De ahí derivó el Culteranismo, estilo literario del barroco español caracterizado por el uso de formas poéticas de difícil comprensión, con bases en abundantes y complicadas metáforas, lenguaje de sintaxis latinizante y vocabulario rico en oscuros cultismos; floreció a finales del siglo XVI y principios del XVII, su máximo representante fue Luis de Góngora y Argote, quien solía preguntar a sus ayudantes cuando terminaba un poema ¿Le entiendes?  Si la respuesta era afirmativa, añadía el poeta: “entonces lo volveré a hacer”.
 
El escritor Arturo Pérez Reverte en su serie de novelas de capa y espada, que tienen como protagonista a El Capitán Alatriste, hace sabrosos relatos de los duelos literarios entre los más destacados bardos dramáticos de esta época; casi siempre, Góngora vs. Lope de Vega.  En relación con éste último, es conocida la anécdota que dio origen a uno de los más famosos sonetos en la historia de la literatura universal: una dama (que imagino hermosa), retó a Lope a hacer un soneto, forma poética de origen italiano considerada como muy difícil por sus exigencias preceptivas.  Era  la prueba de fuego para cualquier poeta; bajo esas circunstancias el vate escribió:
 
“Un soneto me manda hacer Violante
Y en la vida me he visto en tal aprieto
Catorce versos dicen que es soneto,
Burla, burlando, van los tres delante.
 
Así, en una descripción endecasílaba, “El Fénix de los ingenios”, terminó diciendo: “Contad si son catorce y está hecho”.
 
Otro bellísimo y anónimo soneto se utiliza para orar ante Jesús crucificado.
 
No me mueve mi Dios para quererte
El cielo que me tienes prometido
Ni me mueve el infierno tan temido
Para dejar por ello de ofenderte.
 
Tú me mueves Señor, mueve verte
Clavado en una cruz y escarnecido
Muéveme ver tu cuerpo tan herido
Muévenme tus afrentas y tu muerte.
 
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
Que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
Y aunque no hubiera infierno, te temiera.
 
No me tienes que dar porque te quiera,
Pues aunque lo que espero no esperara,
Lo mismo que te quiero te quisiera.
 
En otro contexto, la prosa utiliza al lenguaje en su estructura natural, sin someterlo a los artificios de la metáfora, la métrica, el ritmo, la rima, la musicalidad…  El idioma es en la prosa, más instrumento de trabajo que herramienta para buscar valores estéticos.
 
Lo anterior garantiza que no dictaré sentencias en verso.  Al igual que Pedro Mata Domínguez: “Machaco prosa por ganar la vida y esculpo versos para darme gusto”.
 
Julio, 2017

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