RELATOS DE VIDA
Logró conciliar el sueño sólo por dos horas, despertó y se levantó apresurado para tomar el celular y llamar a su hermano, buscó el artefacto primero en la habitación y al no encontrarlo caminó hacia la sala.
En ese cuarto de la casa se topó con decenas de personas, todas vestidas de negro, algunas platicando, otras más tomando café y su familia en una esquina, abrazados y llorando, ahí comprobó que no fue una pesadilla.
Llevó sus manos hacia la cabeza, bajaron por su cara y las dejó caer a un costado, enfocó al centro de la habitación y la vio: una caja de madera rodeada de coronas, arreglos florales y de frente una fotografía para recordar su esencia en su paso por este mundo.
Apresuró sus pasos y abrazó el féretro, ni viéndolo podía creer que su hermano se encontraba dentro, en total calma y paz, mientras él sumaba rencor, odio, ira, impotencia, por la forma en que perdió a su compañero de juegos, confidente, pañuelo de lágrimas.
Su gemelo ya no se encontraba con él, ni lo estaría tampoco con su mamá, esposa e hijos, su lugar ya no era terrenal, no así espiritual, pues su camino en esta vida fue ejemplar y de siempre ayuda al prójimo, mismo apoyo que ahora lo llevó a un espacio celestial.
Un día antes estaba ayudando a un automovilista que se encontraba varado por una avería, situación que originó tráfico en una de las principales arterias del lugar de residencia; y que a su vez generó molestia en los tripulantes del auto que se encontraba atrás.
Pese a que trataron de calmar a los quejosos argumentando que era un accidente la descompostura del automotor, el alcohol y estupefacientes de los viajeros molestos generó una riña que resultó en tragedia.
Y no fue específicamente en la pelea, a puño cerrado como se acostumbraba antes, sino minutos después cuando los alcoholizados y drogados jóvenes, regresaron para balacear a las personas que aún se encontraban en el lugar, dando vialidad y apoyando a componer la avería, a los maleantes no les importó quién estuviera, descargaron su furia con balas como un acto totalmente cobarde, en el que no dieron tiempo a ningún presente para defenderse.
Después del tiroteo, los cuerpos yacían en las aceras, uno de ellos era su hermano a quien trató de reanimar mientras llegaba la ambulancia, pero sus ganas fueron inútiles, su gemelo se había ido para siempre.
Ahora él se encuentra abrazado a un féretro pidiendo que sea una pesadilla, añorando que en algún momento despierte; pero también sueña con agarrar a los responsables y que paguen el dolor generado a varias familias, que en esos mismos momentos se encontraban llorando a su ser querido.