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Todas las personas, todos los derechos
Vivir a plenitud la libertad atraviesa por diversas condiciones necesarias mínimas de respeto. En ocasiones el respeto se torna selectivo, especialmente cuando los estigmas sociales tienen más peso que la dignidad humana.
A finales de diciembre y en lo que va del año, las agresiones físicas, verbales e incluso los asesinatos “por odio”, se han hecho presentes hacia las personas de la comunidad LGBTIQ+, en diversas latitudes las noticias sobre la discriminación y violencia enfrentada cotidianamente.
Si bien, existen cambios favorables en la legislación, protocolos de atención de las instituciones e incluso se ha avanzado para tener incidencia de representación popular, lo cierto es que cada vez que agreden a una persona de la comunidad, el mensaje se hace presente en cada persona no heterosexual.
Y esta violencia no cesa, pero tampoco se habla en lo público, salvo en las redes sociales en las que existe una mayor posibilidad de democracia comunicativa y menos censura por cuestiones morales religiosas.
En este país en el que importan más los monumentos que la vida de las personas, es necesario continuar tomando las calles, gritar y exigir a las autoridades, a la sociedad e incluso a los núcleos más cercanos como la familia y las amistades el respeto a la dignidad humana. Parecería que las marchas no sirven para nada, pero en este amargo transitar de año, el beso de six flags, el doble feminicidio en Ciudad Juárez, la agresión a una activista trans, el video viral de la pareja de lesbianas a las que les escupieron y todos los espectadores se quedaron en la inercia de la inacción, nos recuerda que la memoria es de corto alcance y que la lucha por los derechos es de todos los días, y que no podemos olvidar a quienes han sido víctimas.
¿Qué tan jodido debe estar nuestro país que tenemos un Observatorio Nacional de crímenes de odio contra personas LGBT?, el cual el año pasado tuvo un registro de 72 casos de agresiones denunciados. Sin embargo, el miedo a los señalamientos y la desconfianza a las instituciones encargadas de la impartición de justicia inhibe la denuncia y por lo cual, el número de agresiones puede ser exponencialmente mayor.
La discriminación y la violencia no esta chida, los discursos de odio matan, palabras y frases que laceran, de acuerdo con el portal “redacción médica” el 24% de las muertes de jóvenes LGTB, son suicidios y estos en personas entre 12 y 14 años.
Como muestra del poder de las palabras, retomare un ejemplo que es ilustrativamente doloroso, el grito del que tanto se queja por su prohibición la afición de fútbol en México y por el que ha recibido tantas sanciones, es la última palabra que escucharon muchos jóvenes antes de ser asesinados. También es la frase que han escuchado muchos niños que han sido señalados y motivo de burla durante una gran parte de su vida.
Finalmente cerrare esta oportunidad de escribir con este pasaje de la biblia: 1 Juan 4:7, “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios”. Basta de odiar y matar en nombre de Dios.