Sin estereotipos
El futbol femenil en primera división está tomando más fuerza y comienza a generar una audiencia rentable para la transmisión de los partidos más relevantes. En Pachuca, y con las condiciones de pandemia, se mantiene un aforo constante en cada encuentro deportivo en el que el equipo local se enfrenta a sus pares de otras entidades.
Llegar hasta este punto, es un logro que no se imaginaba hace dos décadas. Las futbolistas que llegaban a ser más reconocidas eran las integrantes de la selección nacional, aunque sus resultados no eran los mejores.
Ahora, con las barreras y prejuicios que muchas mujeres han tenido que derribar, ya existe una mayor audiencia, más niñas tienen entre sus planes a futuro ser jugadoras profesionales y poder decirlo sin censura, un mayor número de mujeres se prepara para participar como árbitros o entrenadoras.
En este sentido es justo dejar manifiesto que la brecha continua siendo muy grande, el reconocimiento como jugadoras atraviesa por la desigualdad salarial, la mínima publicidad en los medios de comunicación, así como la prevalencia de un sexismo rancio.
No obstante, en alguna ocasión que asistí al estadio, me topé con unas adolescentes, quienes veían como unas figuras de admiración a su equipo, tenían un referente frente a ellas que las inspiraban, el apoyo era total, la energía de sus gritos como afición comprometida, celebraban cada jugada bien ejecutada y sufrían con cada llegada a la portería.
Caso contrario es el que ha vivido de manera cotidiana mi hermana, quien decidió como proyecto de vida la profesionalización en la cultura física, y que queriendo ser profeta en su tierra, se ha enfrentado de manera reiterada en la discriminación y subestimación como entrenadora en las ligas locales, de las cascaritas domingueras. Afortunadamente la disciplina, el conocimiento y la preparación constante se conjugan y tienen como resultados trofeos, liga a liga.
Y es a ella a quien le debo mi gusto al futbol, aunque nunca tuve como objetivo ser una profesional, bien era sabido para mi que ese deporte de manera recreativa era un momento libertad, ahora comprendo más cosas que me dio el practicar futbol, me enseño a trabajar en equipo, a socializar, a ser consciente de mi cuerpo, a defender (me), me dio las primeras lecciones de independencia, también tuve muchos raspones, uniformes sucios, sudor, ¡bien fuera de todo estereotipo de princesa!
Por ello, levantar la voz, hacer visible, cuestionar y seguir luchando para que todas las mujeres tengamos derecho a tener derechos es la garantía de que esto seguirá cambiando. Más mujeres en el poder, más mujeres en el futbol y todos los deportes, más mujeres en la cultura, las ciencias y las artes.
Continuar con la lucha feminista, desde los espacios más cercanos en los cuales los niños pueden practicar ballet y las niñas jugar futbol, sin que reciban ningún tipo de burla, es saber que su cuerpo les pertenece. Fomentemos una niñez libre y feliz, sin estereotipos.