Derecho a la identidad: compañere
¿Alguna vez ha sentido incomodidad por ser nombrado (a, e) de una u otra manera? Hasta hace pocos años la risa con motivo de discriminación estaba completamente normalizada, ahora existe tensión. Ante la viralización de una persona no binaria exigiendo su identidad como compañere, se han suscitado reacciones importantes, en el espacio de las redes sociales y en la prensa, quienes también se suben al tren de la discusión.
Es tan importante el derecho de la identidad y la necesidad de nombrar que nos atraviesa como personas. En cuerpo propio lo he vivido, con la simpleza de un corte de cabello me han nombrado en masculino. Eso genera incomodidad para ambas partes, pues al notar que soy mujer y no un hombre inmediatamente se disculpan o corrigen con vergüenza. Eso pasa, estamos tan acostumbrados a que el canon debe cumplirse que salirse de esa posibilidad conflictúa nuestras propias creencias.
Hace algunos años, cuando daba talleres en materia de género, solicitaba a las y los participantes que dibujaran a una mujer y a un hombre, el trazo era casi siempre el mismo. Ellas eran representadas con falda, aretes y cabello largo; ellos con pantalones, siempre más grandes con relación a la silueta de las mujeres. Al terminar pedía que voltearan y contaran cuántas personas eran compatibles a esa representación, casi siempre pasaba lo mismo, había cortes de cabello cortos en mujeres de todas las edades, la falda no era el común denominador. Hay una distancia diametral entre lo que se nos ha dicho que debe ser y lo que se es.
La discusión que se ha hecho viral sobre el lenguaje inclusivo ha sido brutal. Ha demostrado la resistencia social por aceptar que existen más posibilidades que el corto espectro que se tiene. En este sentido citaré a Kate Millet sobre su conocida frase “lo personal es político”, así nos vamos construyendo con la convivencia e interacción cotidiana, los chistes ofensivos, los piropos aceptados, los secretos familiares, todo eso puede ser más tolerado e institucionalizado que la aceptación de las diversidades.
Si algo ha demostrado el feminismo es la capacidad de reconocimiento que puede surgir entre las mujeres, retomo las palabras de la historiadora que en redes sociales escribió “los posicionamientos de los que se presumen formados en alguna ciencia social en contra del lenguaje inclusivo han dejado en evidencia su profunda ignorancia hacia el papel que juega la lengua en la representación del mundo y que esta es histórica y por tanto cambiante, pero además, y más trágico, profundos fascismo, misoginia y homofobia”, en consecuencia la antropóloga Diana Abarca expresó “El lenguaje refleja la realidad de quien lo habla”.
Lo personal es político, el lenguaje construye, las palabras importan y es fundamental nombrar. Estamos frente a cambios paradigmáticos de las relaciones sociales, se ha dicho claro, fuerte y contundente “se va a caer”. Hace no mucho tiempo se logró que se reconociera en los títulos profesionales a las mujeres como licenciada o Ingeniera. Estos cambios se están impulsando desde la lucha y la visibilización, incluso a derecho de duda de los puristas de la lengua, a pregunta expresa ¿cómo me puedo referir a una persona no binaria? la Real Academia Española recomendó “preguntar a dicha persona como desea ser tratada”.
Si la RAE, que es una institución fundamentalista, ortodoxa y patriarcal está cambiando los posicionamientos frente al lenguaje inclusivo, la invitación es para que también te sumes a pensar, reflexionar y cuestionar ¿cómo deseas ser tratado, tratada, tratade?, por el respeto, por la dignidad humana, por todos los derechos.