Home Nuestra Palabra FAMILIA POLÍTICA

FAMILIA POLÍTICA

0
FAMILIA POLÍTICA

LAS ELECCIONES Y UNA MUJER

  • “Detrás de una mujer poderosa, se encuentra ella misma luchando contra todo, cada día”.
    Anónimo

Antes de iniciar una especulación, por profunda o superficial que pudiera ser, en materia electoral, por lógica elemental, debemos entender que, sin el sufragio popular, no existiría tema de coincidencia o de divergencia. El origen y destino del voto, es trazar el futuro del territorio que lo convoca.

Hoy toca a Hidalgo vivir lo que puede ser su controversia democrática más importante en lo que va del siglo. Por primera vez en muchos años, una mujer tiene posibilidades reales de acceder a la titularidad del Poder Ejecutivo en esta joven entidad federativa. 

Nunca, que yo recuerde, la opción ha estado tan cerca; la circunstancia (Ortega y Gasset) no había sido favorable por misoginia y otros factores en el seno de los partidos políticos y de la propia sociedad. Ahora tenemos candidata y una amplia gama de posibilidades de que al terminar la semana cambie su estatus jurídico, para tener candidata electa. 

Seguramente nuestros compañeros, hoy circunstanciales adversarios, estarán elucubrando no tanto en lo que harán en caso de que los resultados les sean adversos, sino en lo que podrán hacer si esa muchacha (la gubernatura) les dice que sí.

La campaña es fiesta permanente, agotadora y desgastante, pero fiesta al fin… pero, de pronto, los cohetones se alejan, la música calla, las porras se silencian, al confeti se lo lleva el viento; las virtudes de los candidatos dejan de repetirse y las loas en su favor, poco a poco se transforman en críticas. En una mitad de los participantes y de sus seguidores, la euforia revivirá al conocerse los resultados; la otra, entonará una silenciosa y tristísima Elegía.

Detrás de toda fiesta (y ésta no es excepción) sobreviene la resaca y casi siempre las preguntas: ¿Qué hice? ¿Qué dije? ¿A quién ofendí? ¿Qué compromisos adquirí? ¿Y si la gente no vota por mí? ¿Y si la gente vota por mí?

Es importante, desde el punto de vista de los protagonistas en el gran teatro de masas, dedicar grandes periodos de su tiempo a la meditación; en soledad o en compañía de su equipo de mayor confianza. Región por región, grupo por grupo, líder por líder, amigo por amigo, adversario por adversario, debe analizarse para no cometer injusticias. No es éticamente válido premiar a quienes no se debe, o no tener atenciones suficientes para quienes están ahí y estuvieron siempre. Pero lo más importante de todo, es vivir la eternidad de los momentos cumbre: aquéllos de total identificación con el pueblo real, concreto, con sus angustias, sus carencias, sus legítimos reclamos; aquello lo que no aparece en las encuestas.

Es importante, también, conocer el origen de los votos; fácil es acarrear y sucumbir a la magia de las porras y a los gritos de victoria anticipada; pero ¿votar? esa ya es otra cosa; al llegar a esta etapa, muchos compañeros dicen: “Llegamos hasta donde quisiste, pero a votar ¡No!, ¡No! y ¡No! Ésa es otra historia.

En la euforia triunfalista, es difícil introducir la frialdad de verdades inminentes como las siguientes: – el mitin que acabo de realizar estuvo lleno de un ambiente de solidaridad, entrega y espíritu de cuerpo. Éramos muchos, no podemos perder…-. El asunto es, que los de enfrente, piensan lo mismo y que, cinco de cada diez asistentes a los mítines, no acudirán a votar; los sufragios de quienes sí lo hacen, no todos son a favor; por lo tanto, la aportación de un acto con diez mil asistentes, produce tres mil votos, siendo optimistas. Esto lo sabemos y lo aceptamos quienes fincamos una carrera política en el trabajo electoral. Las grandes concentraciones no garantizan la victoria; sirven para legitimar los resultados.

El triunfalismo es el camino más fácil para atraer y asumir el éxito; es simple adoptar como mantra “¡Ya ganamos!” y sentarse a revisar fichas para la integración del gabinete: los buenos, los malos, los necesarios, los compromisos, el pago de facturas… Con rigor académico, llenar los potenciales espacios antes de que llegue el fatal comunicado: ¡Perdimos, amigos! 

Lo malo es que, en ocasiones, algún presunto favorecido se enteró y no supo esperar el momento para comunicar su entusiasmo. Se entiende que, las decisiones deben meditarse primero en soledad; después, en cercanía de los integrantes de círculos estrechos y probadamente discretos, aunque los indiscretos también suelen obtener espacios; la virtud puede convertirse en vicio y viceversa.

Mientras la moneda esté en el aire, lo aconsejable es, sin derrotismo: callar, callar, esperar, esperar y esperar y esperar. En realidad, no es tanto tiempo para los simples mortales, pero para los elegidos, es una eternidad.

Antes, el problema fue lograr la candidatura; luego, remontar la guerra de encuestas; los intentos de manipulación de la opinión pública; las provocaciones de algún adversario que pretende realizar actos de campaña en el lugar de origen de su oponente… Todo el tiempo se espera la multiplicación de las agresiones; siempre lejanas a la inteligencia y no siempre apegadas a la ética (la eterna polémica entre Maquiavelo y Montesquieu). Entendemos que se busque ganar antes de las urnas, en las urnas y después de las urnas; Hidalgo puede ser joya de la corona para el destino de nuestra sufrida nación. Hay que prepararse para el triunfo o para la derrota. Hay que saber perder; pero es mejor saber ganar. En cualquiera de los dos casos; siempre seré firme en los afectos.

PD: Cuando se dé mi siguiente aparición en las páginas de Plaza Juárez, se habrá despejado la incógnita electoral; pero quedará vigente la controversia legal. Cosas veredes, Mío Cid.