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El Faro 

El pasado día 22 del presente mes, fallecía en Madrid, Pablo Milanés. En esa ciudad española vivía desde hace algunos años. Aunque natural de la pequeña isla cubana, sus letras y sus melodías se abrían espacio por todo el mundo, en todas las lenguas. 

Se le consideraba, junto con Silvio Rodríguez, máximos representantes de la “Nueva trova”, no los únicos. Aun con herencias de no pocos estilos musicales del mundo negro estadounidense, recuperan y reinterpretan los estilos clásicos cubanos de la antigua trova. 

Además de algunos de los aspectos musicales, hay que ubicar su música en un contexto latinoamericano sumamente complejo. Vive en la Cuba de la revolución. También es testigo de varias dictaduras de diferente tipo en varias naciones del continente. La oposición entre el bloque del este y la OTAN. El debate polarizado entre el comunismo y el liberalismo.

Las persecuciones, las muertes, las desapariciones, las torturas, la sangre de inocentes, las desigualdades, la pobreza, la insatisfacción con la situación que se vive, el crecimiento y enfrentamiento de los poderes militares, la persecución de los diferentes, son algunos datos de la realidad en que le tocó vivir durante el siglo pasado a Pablo Milanés. Todos ellos aparecen en las letras y en la música de sus canciones.

En el arte, en general, y en la música, en particular, podía sentirse una aspiración ética y reivindicativa. A falta de ética en el comportamiento público, el arte aspiraba a un cambio en la vida íntima, en los comportamientos, en la vida pública. Los cantautores eran las voces y las manos que ponían por escrito lo que la población deseaba. A algunos de ellos les costó su voz, sus manos, su propia vida.

Este tipo de música llamada también de “protesta” es la que estaba acostumbrado a escuchar desde niño. Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Joan Baez, Víctor Jara, Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui, nos acercaban los versos tersos de los poetas. Con ella se respiraba, al menos desde el continente europeo, un espíritu de lucha por la transformación de la realidad social y una esperanza de bondad en lo más profundo del ser humano.

El mundo del gospel, de los espirituales negros, de la trova, del son, de los poetas se acercaba a los espíritus inquietos de todo el mundo. Durante las décadas de los años sesenta, setenta, ochenta y noventa, acercarse a ellos era como llegar a un remanso que creía en lo mejor de las personas. Era como respirar profundo en medio de un mundo complejo.

Algo así, un compromiso por la acción social dirigida al cambio y a la mejora del estilo de vivir, alcancé a conocer a principios de la década de los noventa. Hacía poco que el muro había caído, los cambios esenciales y extremos eran posibles. Luchar por los derechos humanos y por nuevas formas económicas más igualitarias eran nortes que una porción de la población consideraba eran posibles y valiosos. 

La realidad que vivimos hoy, no es menos compleja. Latinoamérica, en no pocos aspectos, se mantiene en algunas de las condiciones que la hunden en la desigualdad, en la pobreza, en la injusticia, en las desapariciones y en la muerte. Pablo Milanés ya no cantará más. Pero creo que aún son necesarias sus letras y su música para animarnos a trabajar por un mundo mejor.