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Pies descalzos

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Historias de buró

Había caminado por horas, perdida, cansada y sedienta, comenzaba a creer que moriría en el intento.
Aquella tarde salí de mi casa rumbo al bosque por un poco de leña para aminorar el intenso frío de diciembre, llevaba conmigo la vieja hacha que mi difunto esposo ocupó en más de una ocasión para matar las tuzas invasoras en el gallinero.
Recuerdo haber tomado el camino largo para evitar toparme con los trabajadores del campo que a esas horas se encontraban cosechando papa, pero inesperadamente me los encontré a orillas del río, tomando, festejando seguramente el pago de la quincena que se acompañó de un jugoso aguinaldo.
Decidida a evitarlos retorné mi camino rumbo a casa, sin embargo a pocos metros de  distancia podía sentir la presencia de alguien que me miraba, me seguía, me acechaba con intención de hacerme algo.
Aceleré el paso pero un fuerte golpe en la cabeza me desvaneció en el suelo junto a un montón de hojas secas que alguien anteriormente había acumulado. Cuando desperté mi cuerpo desnudo, mis pies descalzos y un intenso dolor en el cuerpo me delataron lo que tanto me aterraba. Violada, quién sabe por quién, quién sabe por cuántos, me encontraba ahora perdida en el bosque a altas horas de la noche.
Dispuesta a buscar ayuda tomé la vieja hacha y mi ropa que dejaron a un metro de distancia de aquel montón de hojas secas, aunque no encontré mis zapatos no me importó caminé y caminé por varias horas buscando ayuda.
Después de cierto tiempo vi a un sujeto, tumbado a la orilla de un árbol y cubriéndose la cabeza con un sombrero de paja. Caminé hacia él sin hacer ruido y con la herramienta que llevaba en las manos descargue mi furia sobre él, no se si fue el culpable, pero mi dolor disminuyó luego de verlo muerto y desmembrado.
Huí de aquel sitio hasta encontrar a alguien que me ayudara, perdida, cansada y sedienta, comenzaba a creer que moriría en el intento.