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Pido la palabra 

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Todos para uno o uno contra todos…

Todos somos parte de una familia, cada uno de sus integrantes representa un engrane fundamental en el buen funcionamiento de ese núcleo básico de la sociedad, cada cual pone su granito de arena y su personal estilo para hacer de la convivencia familiar el lugar y momento preciso que nos proporcione seguridad y bienestar; no obstante, los enojos normales entre los miembros de una misma familia, sabemos que en los momentos de crisis, seguimos el ejemplo de los tres mosqueteros: todos para uno y uno para todos.

En todos los tiempos, razas o estratos sociales, resulta indiscutible que la base esencial de crecimiento se sujeta al principio de la unidad; incluso para la clase política el factor “cantidad” es de vital importancia; los sistemas democráticos les hace pensar siempre en el número; la posición de un ciudadano es, para ellos, tanto más “defendible”, cuanto mayor es el colectivo en que se encuadra y mejor organizado está el “número manda” y frente a esta realidad el principio de que “LA UNIÓN HACE LA FUERZA” se convierte en una verdad incontrovertible.

Por ello resulta digno de comentarse los acontecimientos de estas últimas semanas o meses en algunos casos, y que, estoy seguro, a muchos nos han hecho meditar; darnos cuenta que muchas cosas las sobredimensionamos, otras las subestimamos, y algunas más las interpretamos a la inversa; quizá por falta de información, quizá por mala fe, quizá por una galopante pérdida de valores y de respeto que, a mi modo de ver, ya rebasan los límites de lo mínimamente aceptable.

Lo lamentable de tales acontecimientos es que todos ellos están relacionados con el ejercicio del poder político, nacional o internacional, pero ninguno se escapa de ese estigma; y precisamente por esa razón, a la política se le ha vilipendiado, se le tiene calificada como una ciencia en donde la mentira y la corrupción son sus herramientas favoritas; los políticos, sin lugar a dudas ocupan el primer lugar entre los más impopulares en el devenir social.

En lugar de “unidad”, andamos a la greña, o como coloquialmente se dice “andamos como perros y gatos”; cada cual jalando para su lado; no trabajamos en equipo; los intereses de unos, casi por sistema son rechazados por los otros; de esta manera la liga termina reventándose por lo más delgado y el resultado es que “el pez más grande siempre se come al pez chico”; se prefiere vencer en lugar de convencer; los mayoritarios sólo son sinónimo de triunfalistas por un lado; y del lado opuesto, grupos de vencidos, resentidos que tarde o temprano se la cobrarán.

Lo que veo es una brutal pérdida de energía, los esfuerzos se van a la basura por no saber trabajar con un objetivo común; cada semana hay un tema nuevo para polarizar posiciones, pero jamás un tema de integración a través del diálogo o la negociación; mientras tanto, OTROS CRECEN AL AMPARO DE NUESTRA INCAPACIDAD DE DIÁLOGO; nos autogoleamos, nos metemos zancadillas y al final cómodamente siempre le echamos la culpa a los demás y no admitimos nunca nuestra propia responsabilidad.

La discusión que ahora está es la reforma eléctrica, seguirá la “pausa” en las relaciones diplomáticas con España, y así, uno tras otro los distractores que nos hacen voltear a aquellos lados alejados de algún lugar donde no conviene que veamos; ya los diferentes grupos empezarán a darse de topes y a apoltronarse en sus trincheras en espera de las líneas u órdenes que reciban de sus respectivos “arribas”; esa mecánica de trabajo les resulta más cómodo que sentarse “civilizadamente” a estudiar la mejor forma que permita un crecimiento sostenido, pues ahora estamos en caída libre.

Misma situación de unidad se hace igualmente obligatoria a nivel internacional, el diálogo antes que la guerra; una integración regional requiere que los países que la componen miren en una misma dirección, armonicen sus prioridades y velocidades en la búsqueda del desarrollo; en esto, sin duda, radica la fuerza de esa unión; como también en la ausencia de ese horizonte común se encuentra el principal obstáculo para lograrla.

Quizá deberíamos aprender algo de seres considerados “inferiores” como los insectos; las hormigas por ejemplo nos ponen la muestra de “organización”, esa organización que nosotros, los soberbios, arrogantes, inteligentes, pensantes y superiores de la creación no hemos podido tener; quizá si dejamos de ver hacia abajo a los demás y por un momento levantamos los ojos, nos daríamos cuenta que no somos el punto más alto, y luego, con respeto a reencauzar el camino en donde en verdad la solución seamos todos; todos para uno y uno para todos, no hay de otra.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.