Pido la palabra

Desesperanza…

Cada día se torna más complicada la situación actual, pareciese que la sensibilidad se está perdiendo, pues con mucha ligereza se le pide a la gente que se quede en casa, pero no nos ponemos en sus zapatos para darnos cuenta de que esa petición es tan riesgosa como la pandemia misma.

Cómo pedirle a la gente que vive con el sustento que obtiene al día que se quede en casa; cómo decirle al del establecimiento que hoy está cerrado que se le multará si abre su otrora negocio; como decirle al de la renta que no le pagaremos porque no hemos abierto durante tres meses; sin exagerar, pero en este momento lo que está en juego es la sobrevivencia,  en cualquiera de los dos extremos, en casa y en la calle.

La desesperanza se acentúa en el momento en que, en lugar de buscar protocolos de atención y apoyo a TODOS los sectores, hay quien sólo se pasa el tiempo confrontando e inventándose enemigos y complots, provocando, desviando y minimizando ambos problemas, el de salud y el económico. Pero cuidado, el rencor y la desesperanza son muy malos consejeros.

El rencor se puede trasladar a otros niveles, los gritos y sombrerazos empiezan a tener nuevamente una paulatina desviación hacia factores de olvido, la clásica lucha entre los buenos contra los malos; sin definir ambos bandos cuál de los dos es el bueno y cuál el malo, pues para cada cual la parte negativa no está en casa, sino en la de enfrente.

Tradicional lucha gastada por la repetición de conceptos anquilosados por el hastío, y quizá por ello usada como estrategia para llegar al olvido, pues la historia nos ha enseñado que la gente se cansa de oír siempre la misma novela llena de redentores y de tiranos, en donde ninguno reconoce ser el tirano y todos se ponen el disfraz de buenos.

El caos de la contradicción manipulada nos está aplastando y muchos idiotas útiles, como los llamó Lenin, cooperan en su consecución, dando a la contraparte el alimento y fundamento necesario para la embestida mediática.

Para unos, los malos son los eternos inconformes que por cualquier cosa se manifiestan, y que ya no se satisfacen con protestar, pues ahora también buscan el causar daño material.

Para el otro bando, los malos son los explotadores que pagan salarios de hambre, aún y con ese principio rector de la relación laboral, llamado pésimamente “trabajo decente”.

En la, esa sí ya en pleno auge, lucha político-electoral no habrá ganadores efectivos en alguno de esos bandos visibles, pues es claro que la estrategia es destruir a los oponentes sacándole sus respectivos trapitos al sol, y hoy más que nunca nos damos cuenta de que todos tienen muchos trapos para asolear.

Y mientras tanto, ¿Qué hace la política legitimada?, poco, bien poco; sólo aventarse la papa caliente, nadie se quiere quedar con ella; para justificarse, formarán sus comisiones para buscar una verdad que nunca encuentran, o bien, la encontrarán maquillada para manejar los conflictos.

Polarización, ricos contra pobres, patrones contra asalariados, buenos contra malos; no sirve de nada cuando con ello se acaba lo que nunca empezó: intentar llegar al fondo del asunto corrupto.

También entendamos que no se trata de legislar solo por motivación ocasional, ¡se trata de resolver problemas sociales!, pues de otra forma, la gente se seguirá manifestando y la lucha de los contrarios seguirá dando mucho de qué hablar, y como todos nos creemos buenos y ninguno nos asumimos malos, el hilo algún día se terminará por reventar.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está

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