PIDO LA PALABRA

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Incertidumbre…

La incertidumbre es un sentimiento que a todos nos invade, a muchos paraliza, aunque a otros, los menos, los impulsa y motiva; en menor o mayor grado pero la mayoría de los mexicanos vivimos invadidos por el acontecer del día siguiente; hoy ya nada es seguro; la seguridad social ya no es garantía de nada; el empleo, la salud, la vida misma están en riesgo permanente; hoy tengo empleo, ¿y mañana?; hoy estoy vivo, pero ¿por cuánto tiempo?.

Vemos realidades cotidianas que superan la ficción; lo que ayer leíamos en una novela, hoy vemos que sigue más vigente que nunca; “Los Olvidados”, de Buñuel, siguen siendo los olvidados de nuestros tiempos; gente sufriendo en silencio por el vacio de la incertidumbre, por el vacio de la desesperanza; y todo por ese vacío provocado por los bolsillos ávidos de dinero, pero llenos de desesperación.

Hiere en serio sentir su angustia, un peso, y hablo de dinero, duele mucho cuando no hay de donde echar mano; los jefes de familia, cuando los hay, partiéndose el alma para ganar aquello que en manos de otros, de suyo insensibles, se desvanece en el dispendio; ¿Cuánto dinero no se ha tirado a la basura en procesos electorales siempre objetados, en lugar de invertir en la educación y en el empleo?.

Arrastrando los pies, no de cansancio, si de pena, si de humillación; la falta de dinero los hace agachar la cabeza para pedir favores; y los fortuitos poseedores de la varita decisoria aprovechando sus minutos de fama y ejerciendo el crudo poder, y con ello, alimentando la desesperanza, la humillación; la incertidumbre de un mañana vacío de futuro y lleno de frustración.

No es lo mismo la incertidumbre de los incumplidos que la incertidumbre de los olvidados; la primera, tuvo remedio, pero la desidia los venció; la segunda, ya es parte de su vida, esa vida que los pisotea y que a diario les recuerda que no tienen derecho a rebelarse ante la adversidad inducida.

Ruindad es abusar de los que nada tienen; y nosotros hemos dejado de tener tranquilidad, la inseguridad la asesinó; y como si la necesidad y nada de recursos fuese poco, ahora agreguémosle el aderezo: muerte por doquier, los jóvenes ya no tienen ni esa tranquilidad de salir a divertirse sanamente; hoy día lo único seguro es la incertidumbre.

Los años van pasando y la gente se va con ellos, en eso si que no hay duda, nacer, crecer, reproducirse y morir, es lo único cierto; millones sintiéndose felices con los éxitos de otros, los hacemos nuestros para no dejar de soñar, aunque la mayoría no logre esbozar el menor de sus sueños; nos han dicho que debemos luchar para alcanzar lo que queremos, pero a veces esos años de lucha los mata el bandido que nada hace y todo arrebata, y las manos vacías nos regresan a la realidad.

“Tener más” ha dejado de ser la meta para la mayoría de los mexicanos, ahora lo nuevo es “tener lo suficiente”; tener queso es importante, pero no tanto como salir de la ratonera, esa ratonera en la que estamos inmersos desde hace varios años y en la que todos tenemos algo de responsabilidad.

Responsabilidad de aquel que se siente dueño de cosas y personas solo por pagar salarios; responsabilidad de aquellos eunucos de poder que, al sentir la miel de la rosa, se embadurnan el hocico a costa de la dignidad de sus pares; responsabilidad de los olvidados al acallar su grito sordo, pues ya lo dijo alguna vez Martin Luther King: “en las generaciones futuras no nos lamentaremos tanto de los perversos, sino del pasmoso silencio de la gente buena”.

Por ello, hagamos conciencia y formemos parte de ese selecto grupo que en lugar de inmovilizarse, se motivan, se impulsan y hacen de sus puntos negros, una plataforma de oportunidad;  tal vez nadie nos dé una medalla, no  importa; tal vez nadie nos reconozca el esfuerzo, qué más da; tal vez muchos intenten ponernos zancadillas y tenernos con un pie en el cuello, a eso nos exponemos; pero tal vez, y con muchas probabilidades de éxito, logremos evitar el jamás tener que agachar la cabeza por la incertidumbre de saber si tenemos el valor de ser nosotros mismos y no solo lo que el “destino” nos depare, nosotros somos padres de nuestro destino.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.