
La producción de la vida…
Llegar al final de la jornada vital, sin remordimientos, sin prisas, con muchas esperanzas cumplidas, aunque aún con decenas de propósitos en la maleta de los sueños; sea quizá el final deseado, aunque jamás planeado; la vida nos coloca en el umbral de la muerte, en donde todo termina comenzando, pero también en donde todo comienza con un final; tememos, pero esperamos; y por ello quizá nos reímos en vida de nuestro holocausto finito.
Muchos de nuestros viejos ya se han ido, su recuerdo poco a poco se desvanece, sus rostros parecen masas difusas, y la evocación de sus actos se morirá con la generación siguiente, al igual que la tumba perdida en el abandono; nada es para siempre, y aunque nunca se habla del final, éste vive cada día con nosotros, y con el tiempo se convierte en lo único cierto, la verdad que no podremos eludir.
Con los años hemos cambiado de piel miles de veces; no tardará en agotarse la producción de la vida y nuestros órganos se negarán a trabajar; la memoria sufrirá un colapso por la suspensión de funciones esenciales; nuestra mente se declarará en huelga y entonces se producirá un vacío de pensamientos que nos puede llevar a la insolvencia de ideas; algunos “vegetarán” antes de llegar al drama final; otros han convertido su vida en un drama de soledad.
El reloj no detiene sus manecillas, aunque a veces da la sensación de que avanza aceleradamente, pues ayer, metafóricamente hablando, apenas estábamos brindando por el año nuevo, y hoy ya estamos por finalizar la mitad del año, a la mitad de los círculos de la que consta nuestra particular comedia que para muchos ha dejado de ser divina.
Un mes más, un mes menos; la óptica de ello la determina nuestro reloj biológico; el timbre de salida en cualquier momento puede tocar y nuestra producción de vida se acabará.
Al acabar la función algunos recibirán muchos aplausos, otros, serán abucheados, pero al final, los unos y los otros, como en el ajedrez, serán las piezas que juntas se irán a la misma caja; por ello es que no tiene sentido la discriminación, no es concebible el racismo; la etiqueta sólo determinó el estatus social que de nada sirve ante la muerte, para ellas seremos iguales, echándole tierra a la estúpida vanidad del ser humano.
Algunos serán recordados por sus buenas obras, a otros sólo se les recordará como aquel inefable sujeto, cuya arrogancia lo llevó a dividir para vencer. La ofensa como herramienta de trabajo sólo denigra a aquel que la vierte y victimiza a aquellos contra quienes se despotrica, pues al final, la ofensa solo dañará al ofensor, y el arrogante quedará expuesto al escarnio de la historia como el verdadero sátrapa que hoy se oculta la máscara de la bondad mentirosa.
No pasemos a la historia como aquellos que sólo supimos estirar la mano para recibir la limosna de lo que otros trabajaron; seamos emprendedores desde nuestra trinchera, que no nos dé pena intentar salir de ese agujero en donde algunos quisieran vernos permanentemente para que no nos quede otra alternativa que seguir dependiendo de algún presupuesto social.
Seamos productivos mientras tengamos vida y eso le dará paz a nuestra alma y nos sentiremos independientes para decir lo que queramos al no ser esclavos de aquellos que nos dan migajas al estirar nuestra mano.
Pues, al final del día, nuestra producción se detendrá, pero nuevos trabajadores vendrán a continuar los trabajos pendientes; entonces, hagamos la parte que nos corresponde y logremos que el mundo siga rodando; y aunque nos llamen de mil maneras ofensivas, sabremos que nosotros sí quisimos superarnos a través del trabajo y no de la ofensa que todo lo destruye.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está