Pido la palabra

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No bajemos los brazos…

Al mal tiempo buena cara; no tenemos ninguna otra alternativa, no debemos permitir que nos invada la paranoia, ésta sería mucho más peligrosas que la propia enfermedad de la que hoy nos cuidamos y ocupamos; ver fantasmas en cada esquina lo único que provocaría sería una psicosis colectiva que nos llevaría a imaginar un enemigo en cada uno de nuestros vecinos; la capital de los pastes y los baches, terminaríamos convirtiéndola en el paraíso perdido.

Tampoco se trata de desestimar las disposiciones que en materia de salud se han implementado en nuestro Estado y el resto de la República, de ninguna manera; lo más conveniente por bien propio y el de nuestra familia es que sigamos al pie de la letra todas y cada una de las recomendaciones que para tal efecto se han dispuesto; a los ciudadanos nos toca asumir una postura de prudencia, tranquilidad y mucha información para que “no cunda el pánico”, pues siempre he postulado que “no hay miedo más irracional que el que es producto de la ignorancia”.

A nadie conviene bajar los brazos, como tampoco sería honesto el aprovechar la vacuna para hacer uso político de ello, pues, debemos entender que el dinero para pagar la vacuna no ha salido del bolsillo de ningún gobernante, sino de los impuestos que no obstante, el enclaustramiento, de todos modos estamos obligados a pagar; así nadie debe presumir que tal o cual Partido está aportando de sus ingresos para comprar vacunas, pues hasta ese dinero que los Partidos reciben ha salido de los contribuyentes.

Hagamos a un lado esa sarta de simplezas de políticos del mismo nivel, que hacen que nuestro caminar lo llevemos por una puerca vida, y lo mejor es tener bien centrada nuestra atención en todo aquello que ayude o coadyuve a salir lo más pronto posible de esta factura que la naturaleza nos está cobrando, pues hay muchas cosas buenas que podemos sacar de esta contingencia, pues como dije al principio, “al mal tiempo hay que darle buena cara”.

Esa exigencia de higiene y estricto cuidado que la situación nos impone debemos llevarla como una forma de vida no solo de ocasión, sino que “las normas de asepsia llegaron para quedarse”; hay tantos y tantos defectos que como práctica viciosa llevamos a cabo sin darnos cuenta que muchos de ellos pueden provocar otro tipo de enfermedades; pero nuestra indolencia nos impide ver que muchas de nuestras actitudes nos afectan no solo en la salud, también en nuestra personalidad e inclusive en nuestra economía.

Créanme que no es nada grato ver a una persona tosiendo o estornudando con singular alegría sin hacer el mínimo intento de cubrirse la boca y nariz, y quizá hasta disfrutando el rociar a los que tengan la mala suerte de cruzarse en su camino en ese momento.

Igual es inaceptable ver a una persona que prepara alimentos de consumo inmediato y que a la vez sea la misma persona la que cobra a los clientes el producto consumido, agarrando dinero que nadie sabe en qué sucio calcetín habrá estado guardado por mucho tiempo, o en manos de qué enfermo habrá previamente estado.

Era y sigue siendo reprochable e invita a alejarse de esos lugares cuando veíamos a meseros que con diligencia están sirviendo los alimentos, pero a la vez estaban hablando constantemente para hacerle notar al comensal lo exquisito que estaba el platillo, sin darse cuenta que en ese acto diligente pueden están rociando con saliva o mucosa la comida que vamos a ingerir.

Es inaceptable continuar con la pésima costumbre de seguir tirando basura en la vía pública de manera irresponsable, sacar la mano del auto y tirar las envolturas de fritura o cualquier otra clase de comida chatarra, o de repente ver que salen volando las botellas o envases de refresco o cerveza para que queden como muestra de nuestra criminal irresponsabilidad en los parques, en el campo o en cualquier lote baldío.

Esta pandemia debe invitarnos a reflexionar en muchos sentidos, sin formas deliberadas que denoten animadversión hacia algún sector de la política; solo estar atentos en el cómo se está manejando el clima político, social y económico, así como las acciones que los gobiernos están tomando en estos frentes; reflexionar si tales acciones, aparentemente buenas, son solo para justificar el cargo político o si en verdad se tenga el ánimo de prevenir males mayores.

Estamos en tiempos en los que no podemos celebrar nada, pero en tal virtud, celebremos que aún tenemos capacidad para discernir entre lo bueno y lo malo y mandemos al demonio a todos aquellos que solo quieren medrar con la desgracia que hoy nos invade.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está