LA GENTE CUENTA
-¡Mira, ahí hay una!
Carlos y Luis estaban boca arriba, en la azotea de una de las casas de ellos, mientras miraban el esplendor de la noche oscura y estrellada.
-Ya la vi, Luis –respondió Carlos-. Es la estrella más bonita que jamás haya visto.
Los dos pequeños siempre se encontraban en punto de las 10 de la noche en la azotea, para que, una vez que terminaran de cenar se pusieran a contemplar las estrellas, imaginarse que están allá arriba como dos grandes astronautas.
-¿Ya viste a la derecha, Carlitos? Las estrellas están formando una figura. Parece un hombre con una espada.
-Si. Se ve muy bonito desde aquí.
-Y debe ser bonito estar allá –suspiró Luis-. Imagínate, podremos ver a mamá y a papá desde lo más alto. Y desde allá los vamos a saludar.
-Bueno… creo que a mamá no le gustará mucho que estemos tan alto. Se va a enojar…
Los dos pequeños rieron por un rato. Una estrella fugaz hizo acto de presencia en el cielo.
-¿Viste eso? Pasó muy rápido
-No lo vi, Luis. Estaba observando la figura del hombre con la espada y no me di cuenta.
-¿Sabes cómo les llaman, Carlitos? –preguntó Luis-. Los llaman “estrellas fugaces”. Dicen que si los ves puedes pedir un deseo.
-¿En serio? –cuestionó Carlos-. Qué tonto soy. Ya no tuve mi deseo.
En ese momento pasa otra estrella veloz.
-¡Ya la vi, Luis! –gritó extasiado Carlos. Y dicho esto se levantó y se arrodilló.
-¿Qué haces?
-Pido mi deseo.
Pasó un minuto y finalmente Carlos regresó a su lugar con su amigo.
-¿Y, qué pediste? .preguntó curioso Luis.
-Que mi papá nos siga cuidando –respondió Carlos inocentemente-. Mamá me dice que ahora está en el cielo, cuidándonos. Y yo le creo.
Otra estrella pasa por la bóveda celeste.
-¡Ya vi otro! Ahora es mi turno…
De pronto la “estrella” bajó cerca de donde estaban ellos, y al momento de tocar tierra hizo una estruendosa explosión.
-¿Qué fue eso, Luis? –preguntó Carlos con cierto miedo.
-No lo sé, Carlitos. A lo mejor se cayó.
Repentinamente las madres de los pequeños subieron a la azotea, con el rostro horrorizado. Se llevaron a los dos amigos a un lugar seguro mientras una lluvia de balas amenazaba con derribarlos. La guerra había comenzado.