HOMO POLITICUS
Siempre que regreso a mi país vuelven los fantasmas del pasado, en mi memoria se agolpan los recuerdos de ese 11 de septiembre donde el crimen y la traición pretendió imponerse, suelo recrear las imágenes de La Moneda, destruida por el bombardeo de la fuerza aérea chilena, suelo pensar en Allende, pero infranqueablemente, pienso en los campos de concentración.
La dictadura de Pinochet negó los crímenes, la tortura, las desapariciones y desde luego, la violación a los derechos humanos, mientras el mundo impugnaba las atrocidades de los campos de concentración y la perdida de las libertades fundamentales. Pero, nadie puede ocultar la muerte, así fue como aparecieron las fosas clandestinas donde miles de cadáveres de perseguidos en la época de la dictadura quedaron como mudos testigos, cuyas voces, retumbaron después de su muerte, así fue como los cadáveres persiguieron a Pinochet.
Ese invierno, volví a caminar por las calles de Santiago, esta vez me acompañaba mi hijo, fuimos al Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, este museo guarda testimonios de las violaciones a los derechos humanos efectuadas por la dictadura, recopila miles de fotos de personas asesinadas y desaparecidas, así como la memoria fílmica del golpe de Estado, e incluso, instrumentos de tortura como un catre donde se aplicaba corriente a los detenidos.
Cuando mi pequeño hijo comenzó a recorrer el museo no podía creer lo que veía, se le anegaron sus ojitos y al igual que los míos derramaron lágrimas de dolor e impotencia, un guía relataba los horrores cometidos y mi hijo me preguntó ¿tu viviste esto papá?, yo le respondí con un nudo en la garganta: era un niño como tú y mi padre fue perseguido, presencié en las calles la detención de personas y pude ver que algunas eran salvajemente golpeadas y en esos días mi familia tuvo que abandonar el país, pase al exilio y me convertí en un desarraigado, en extranjero.
Inconsolable mi hijo lloraba, no podía creer que pudiera existir un mundo donde la vida sea negada de modo brutal, en sus palabras me preguntaba ¿Por qué había pasado esta atrocidad en Chile?, le contesté: los intereses económicos de las elites tienen apetitos claros, y por ellos pueden impedir y quitar la vida y la libertad.
Ese fue un día amargo, una pesadilla desde las entrañas que aun llevo en mi mente y, que por desgracia mi hijo percibió, pero era necesario que yo le mostrara que la maldad ideológica existe, era necesario que entendiera que los hombre que queremos y peleamos por la libertad, nos sacrificamos por otros hombres e intentamos construir un mundo donde impere la justicia, aunque otros pretendan negarlo.
¡Te amo hijo mío!