PERSONAJE DEL BARRIO.

RELATO MINERO

Corría el año de 1960, en todos los periódicos de Pachuca anunciaban en la primera plana, que la compañía Real del Monte necesitaba gente para trabajar en sus minas. En aquel tiempo no había ninguna industria y nadie quería trabajar en la mina por el bajo salario que pagaban.
Sin embargo, mandaban camionetas y camiones de la empresa a las comunidades cercanas para traer gente, el reconocimiento era muy estricto, al que encontraba con alguna enfermedad lo mandaba a su tierra sin darle para el pasaje.  Yo vivía en la calle de Galeana 404 del barrio de El Arbolito, tenía 16 años de edad y me animé a entrar a trabajar a la mina, mis hermanos: Alberto trabajaba en Paricutín, Santiago en San Rafael y Luis en la mina de Paraíso.
Llegué al Sindicato Minero,  me mandaron a reconocimiento médico y no di el peso, todos  tenían que pesar 50 kilos. Yo pesaba 48, después de darme dos oportunidades, era la última, por la noche me comí muchos frijoles con tortillas y platanos, leche con pan, cuando me subieron a la báscula pesé 49 y medio, casi le lloré al señor para que dijera que había dado los 50 kilos.
Me mandaron a la mina de San Juan, me pasearon para que conociera lo que es túnel, un rebaje, una frente, una chiflón, y encontré que las minas eran muy calientes, algunas frías, otras llenas de nubes de polvo, por las pláticas que escuchaba me las imaginaba de otra forma, por eso digo que la mina es un Infierno Bonito.
Me dieron una gorra de seguridad, un cinturón, un respirador, unas gafas de alambre y una botas que  tenía que pagar, y un ficha con un número 448, que esa era mi identificaron, estuve trabajado por casa, que es de un solo turno, pagan únicamente el sueldo mínimo que aquel tiempo era de 14 pesos diarios.
Después me fui de ayudante de ademador, a empujar conchas, con la Morena y sus cuates, luego fui ayudante de rielero, hasta que por fin llegué al contrato, donde sentí las madriza, que nada más llegaba a mi casa acostarme, el trabajo era tan pesado que no se aguantaba toda la semana trabajando, solo cuatro días llegué y me dieron mi bautizo, me bajaron los pantalones con todo y calzones, y me echaron aceite en los genitales, y me pusieron el “Gato Seco”
Trabajábamos en la mina de Santa Ana, nos bajaban por el tiro de San Juan Pachuca, al nivel 370, o sea trescientos metros de profundidad, toda la mina era muy caliente,  ahí comíamos lo que pudiéramos en 10 minutos, después nos subíamos a unos vagones que nos llevaban a 3 kilómetros de distancia y nos dejaban en el contratiro de Santa Ana y tenía que subir 80 metros a escaleras verticales y caminar una hora para llegar al laborío.
Un día que íbamos bajando por las escaleras, cuando iba por la mitad, escuche que se había caído una piedra grande porque había reventado el tubo del aire y del agua, metí mis manos en los barrotes de la escalera y sentí el madrazo que rompió mi gorra y mi cabeza, se cayó la lámpara y todo estaba oscuro, sentí cómo me escurría la sangre por la espalda.
Escuché las voz de mis compañeros: Pancho “El Pocos”, El Profesor y “El Médico” que me decían que me bajara poco a poco.
Llegue con ellos, el profesor se quitó su playera cochina y sudorosa, y me la puso en la cabeza para que se me parar la sangre. Pidieron el motor, que llegó, me trasladaron a la mina de Paraíso, al Nivel 170, de ahí subimos y nos  trasladó el motor al nivel 30, donde pidieron la jaula con toque de accidente, que era 5, 5 y nivel.
Me llevaron al hospital de la compañía, que se encontraba en la calle de Salazar, donde ahora está el DIF, ahí el doctor me cosió la herida que tenía en la cabeza, y me quedé internado. En ese hospital no dejaban entrar a nadie, pasaron las horas y de pronto me despertó mi hermano Luis, no sé cómo le hizo para entrar, pero me preguntó cómo me encontraba.
Le dije que bien, que le dijera a mi mamá que estaba en observación y que de un momento a otro me iba a dejar salir, que no se preocupara. Mi hermano era alcohólico, le pedí de favor que le dijera a mis compañeros que estaba bien, ellos eran del pueblo de Cerezo. Me preguntó que dónde los encontraría, le dije que como era sábado, iban a estar en la cantina La veta de Santa Ana, que se encontraba en el barrio de El Arbolito, a la salida a su pueblo de Cerezo.
Me dijo que él se encargaba de todo, llegó a la cantina y estaba llena de mineros que les gustaba tomar pulque. Desconectó la sinfonola y le echaron pleito.
‑           ¡Quihubole!, ¿por qué quitas la música?.
‑           Porque acaba de morir mi hermano.
‑           A nosotros, ¿qué chingados nos importa?
Fue cuando les preguntó:
‑           Ustedes conocen al “Gato Seco”
‑           Claro que sí.
‑           Acaba de morir.
Todos guardaron silencio. Le preguntó el maestro:
‑           ¿A qué horas traen el cuerpo?
‑           Como a las 5 de la tarde, pero lo que también quiero decirles es que mi jefe es policía y anda en una comisión y nosotros no tenemos para enterrarlo. A ver si ustedes me ayudan.
Todos sacaron dinero, mi hermano puso su cachucha. Y les dijo:
‑           Muchas gracias, ¿me puedo tomar una cuba?
‑           Tómese las que quiera, nosotros vimos cómo le cayó la piedra a su hermano. Iba muy grave al hospital, el madrazo no fue para menos.
‑           ¿Dónde lo van a traer?
‑           En la calle de Galeana 404.
Se despidió de mano de ellos, les dijo que ahí se veían y se fue caminando, muy triste, dijo el Loco:
‑           Con la noticia que nos acaba de dar este guey, ya ni ganas me dan se seguir tomando, mejor vamos al mercado y le compramos flores.
Todos se pusieron de acuerdo, subieron con flores y una corona grande, tocaron a la puerta y salió mi mamá, que se quedó admirada con lo que vio, que llegaron tristes y con flores, y le preguntaron:
‑           Perdone señora, ¿todavía no han traído a Félix?
Le preguntó mi madre:
‑           ¿Qué lo iban a traer?
‑           ¡Qué no sabe, señora, su hijo se mató en la mina!
Con la noticia, mi madre cayó desmayada, los mineros dejaron las flores y le dijeron a los vecinos que la ayudaban a reaccionar.
‑           Hay nos despide de la señora, somos del pueblo de Cerezo y tenemos que caminar, a ver si no nos agarra la noche.
Mi madre volvió en sí preguntando por mí, en esos momento llegó mi hermano Alberto, les preguntó qué había pasado, le dijeron y fue al hospital , me contó todo el desmadre que había hecho mi hermano Luis, que le decían “El Negro”
‑           Ya me viste que estoy bien y dile a mi mamá que mañana salgo, no te corro pero vete.
Después fueron otros de mis hermanos y a los 4 días salí, llegué a la casa, tenía la cabeza vendada, y me dieron un mes de incapacidad. Mis compañeros mineros, como vivían en Cerezo, nunca se enteraron que estaba vivo. Pues eran muy reservados y no le preguntaron a nadie.
Cuando pasó el mes, me mandaron a trabajar en el turno de noche, esa vez por andar entregando el acta del hospital, se me hizo tarde y me fui caminado tres kilómetros por el túnel, baje al nivel 350, y caminé a mi laborío para buscar a mi contratista.
“El Loco” estaba preparando la pólvora,  cantaba muy contento, al ver la luz de mi lámpara se fue parando poco a poco y puso la señal de la cruz con los dedos, cuando me acerqué gritó como queriendo chillar.
‑           Ave María Purísima. Tú estás muerto pinche “Gato Seco”, regresa a donde te mandaron.
Me acerqué más, se paró y corrió, diciéndome:
‑           Chinga tu madre, tú vienes a penar.
Se subió por unas escaleras y bajaron Lupe, “El Morado”, “El Nicho” y “La Morena”, que me preguntaron:
‑           ¡Estás vivo!
‑           Ni modo que muerto, pendejos.
A mis compañeros les dio mucho gusto verme y me la mentaron porque no les avisé que estaba vivo, y “El Loco” es el que estaba muy enojado.
‑           El día en que nos dijeron que te habías muerto, llegando al pueblo te hicimos una misa de difuntos y otra cuando cumpliste un mes.
Dile a tu hermano que está bien que chingue, pero a su madre respete. Vamos a darle caballo para que se le quite.
Me tiraron, me agarraron de las patas, otros de la manos, y me montó el Loco. En ese momento llegó el sotaminero.
‑           ¿Qué les pasa, a qué horas van a trabajar?
El encargado me dijo que me fuera como ayudante de perforista con “El Chocolate”. El Loco se fue con Lupe, y “El Baldo” se quedó a ayudarnos a levantar la carga. Barrenábamos un frente.
Levantamos como 20 toneladas llevando las conchas, las fuimos a vaciar, y comenzamos a trabajar, terminamos, fuimos por la pólvora, hacía mucho calor, la verdad ya no podía, estaba muy cansado, mientras amarraban la cañuelas para pegar, me quedé sentado en un lugar donde estaba un pato, que es un tubo que sale aire.
Llegaron y me dijo “El Chocolate”:
–            Vámonos.
‑           Ya no puedo, me cae, hace mucho calor.
‑           Vamos poco a poco, ni modo que te quedes, ya está tronando y no tarda en salir el humo.
–            Vámonos.
Con la franela que llevaba me tapaba nariz y boca, me la quitaba, me limpiaba el sudor, el cuerpo y me la volvía a poner, ya habíamos caminado, y dijo “El Loco”:
‑           Miren al pinche “Gato Seco”, viene abriendo el hocico y sacando la lengua, parece perro cuando tiene sed.
‑           Ayúdenlo.
‑           Si no soy partera.
‑           Entonces cárgalo.
‑           Si no soy agua.
Lupe se molestó y le dijo que se callara el hocico. Me detuvo otro rato, y les dijo:
‑           Me cay que nunca había sentido tanto calor, y no tenemos ni una sola gota de agua.
‑           Ya vamos a llegar, échale ganas.
Llegamos a un lugar donde teníamos que bajar más de 80 metros para llegar al túnel general, y dijo “El chocolate”:
‑           Tienes que bajarte tú primero.
Con mucho esfuerzo llegué abajo y lo primero que hice fue tirarme en el suelo, el aire me faltaba y les juro que ya no podía más. Se sentaron un rato conmigo y me dijeron que el túnel estaba más fresco, me ayudaron a cargar las barrenas, que son de acero, hexagonales.
Seguimos caminando y al pasar por donde está una ruina, me preguntó “El Chocolate”:
‑           ¿Tú la llevas bien con los ruineros?
‑           Sí.
‑           Vamos a robarles el agua.
‑           No la chingues, ellos acaban de entrar y nosotros ya vamos para afuera.
‑           Que chinguen su madre, a que lloren en su casa o a que lloren a la de nosotros, mejor en la de ellos.
‑           Vente. Vamos. Los entretienes un rato, mientras yo busco el bote de agua, y cuando calcules que ya lo tengo te vienes, yo voy a caminar detrás de ti, con la luz apagada, para que nada más vean que va solo.

Así lo hicimos, llegué a la tarima que tiene una altura de tres metros, los escuché que estaban trabajado, y les grité:                                 
‑           De arriba, voy a subir.
‑           ¡Quién eres!
‑           Tu padre.
‑           Mi padre no tenía las orejas largas.
‑           Te mocho ahora que salgas.
Si no me dices quién eres, no te dejo subir.
‑           Ya te dije que tu padre.
‑           Él no levantaba la pata cuando iba a miar.
Los que estaban arriba eran “El Muerto”, “El Pirrín” y “El Tejolote”. Cuando llegué con ellos, me dijo “El Muerto”:
‑           ¡Qué chingados quieres, pinche “Gato Seco”, si tenemos el hijo atravesado.
‑           Vengo a buscar a su encargado “El Chicas”
‑           Ese guey ya se murió, le cayó una piedra y quedó embarrado. Ya vete, a mi se me hace que vienes a robarte algo.
Les menté la madre y me bajé, comprendí que “El chocolate” ya se había llevado el agua. Cuando iba bajando me aventaron de piedras y me gritó “El Muerto:
‑           “Gato Seco”, le dices a tu jefa que hoy no voy a dormir con ella porque le toca a su mamá del “Pirrín”
Llegué con mis compañeros y ya habían tomado el agua, me dijo Lupe:
‑           Me cay que es la mejor agua que he tomado desde que estoy trabajando en la mina, hay te guardamos tu parte.
Agarré el bote y le tomé, eso me devolvió la vida, llegamos donde estaba el despacho. Ahí encontré al “chicas”, era muy amigo de mis hermanos, me dijo que por qué no me iba a trabajar con él, le contesté que no dejaba propina, y me contestó:
‑           ¡Cómo chingados no! Lo que pasa es que tengo a esos bueyes en la ruinas. “El Muerto” es muy huevón, “El Pirrín” es faltista” y a “El Tejolote” no le gusta trabajar, hace rato que fui a verlos, estaban acostados, los paré y los puse a quebrar piedras, al bajar que me mientan la madre. Que voy por mi compadre “El Gallinazo” y que nos meamos en el bote de su agua que van a tomar.
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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