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Perdón y Olvido

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FAMILIA POLÍTICA

Gobernar es un arte y una ciencia. El poderoso ha de aplicar todas las gamas de la violencia y/o de la clemencia de manera casi individualizada. La práctica de un mismo estilo personal, lo vuelve predecible, lo deja a merced de sus colaboradores; dentro de los cuales, suelen engendrarse hoy, sus peores enemigos de mañana.

“Incubar rencores, deseos de venganza
y otras bajas pasiones, es como
                                               tomar veneno para matar a tu enemigo”
(Sentencia popular)

¿Qué tan cierta es la frase sacramental: “yo perdono, pero no olvido”? ¿Se puede perdonar sin olvidar?… El rencor es un obstáculo para el olvido, “un platillo que se come frío”. ¿Será porque el rencoroso, cuando se venga, ya carece de toda emoción; o porque un manjar que debe disfrutarse caliente, es repugnante sin la temperatura correcta?
    En política, como en otras actividades humanas, toda controversia presenta, en lo general, las siguientes fases progresivas, a saber: incubación, desarrollo, clímax y desenlace. La primera es difícil de identificar pero fácil de controlar; la segunda es más visible, pero su control se complica; la tercera es consecuencia lógica de las anteriores y preparación para la crisis, que trae consigo su propia solución: por negociación o por derrota absoluta de una de las partes.
    Después, el ganador (quien escribirá la historia) puede buscar la conciliación; reconocer y pagar compromisos, utilizar un lenguaje de amor y paz, etcétera; pero también, para acabar con sus enemigos, puede recurrir a su exterminio total o a la extrema crueldad de transformarlos en amigos.
    Con todos los ases del triunfo en la mano, es válido para el ungido, culpar a quien quiera de sus propios fracasos iniciales y aun destazar con saña y escándalo a algún “chivo expiatorio”, para borrar cualquier duda de que conoce su poder y sabrá ejercerlo. El siguiente soneto refleja el consejo de ciertos demonios malévolos, amigos de la destrucción y la violencia:
Reza la ley de los antagonismos:
“La reconciliación es imposible”.
Con los vencidos, muéstrate impasible.
Que sus despojos llenen los abismos.

Grandiosos o pequeños son los mismos.
La destrucción total es preferible
A su venganza, pérfida, terrible,
Nutrida de rencores y atavismos.

Es, la negociación, una serpiente
Que vierte en tu victoria su veneno.
Si la dejas vivir, te clava el diente.

No te respetarán por ser tan bueno,
Ni te agradecerán por ser clemente.
Que mueran los heridos, simplemente.
 
Gobernar es un arte y una ciencia. El poderoso ha de aplicar todas las gamas de la violencia y/o de la clemencia de manera casi individualizada. La práctica de un mismo estilo personal, lo vuelve predecible, lo deja a merced de sus colaboradores; dentro de los cuales, suelen engendrarse hoy, sus peores enemigos de mañana. Repito: todo triunfador de una contienda política “haiga sido como haiga sido” tiene derecho al perdón o a los rencores, como decía el poeta español Manuel Benítez Carrasco: lo único que no debe hacer es herir a quien no debe. Permítaseme traducir esta tesis en los catorce versos de otro soneto:

Nadie olvida una ofensa. Nada, nada
Cura la herida que su filo deja.
Se puede perdonar, pero se aleja
Todo brillo sincero en la mirada.

Si por honor o por valentonada
Una ofensa en tus labios se refleja,
Procura respetar la regla vieja:
“No herir a la persona equivocada”

Toda humana reacción es diferente:
En el violento, la agresión asoma,
Pero el prudente, precauciones toma.

No te dejes llevar por lo aparente:
Puede envolverse en alas de paloma
Un corazón con sangre de serpiente.

Prisciliano Gutiérrez
agosto 2018.