PÉRDIDA DE CONFIANZA

 

  • En un principio, como un niño decía: “Cuando sea Presidente voy a luchar contra los malos políticos y quitaré los impuestos al petróleo y al gas para que las familias mexicanas, que tanto quiero, puedan destinar esos recursos a comida, así evitaré que se mueran de hambre”

El candidato a la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador tiene dentro de su proletario séquito Juntos Haremos Historia, a pura gente del pueblo “raspa” como él, con sus limitados estudios cursados en la UNAM, digna institución donde se tardó casi 15 años en terminar su nivel de licenciatura, todo gracias a sus profesores conocidos, muchos de ellos ahora asesores de este político a la mexicana, quien se ha creído desde siempre presidente de México.

 

En un principio, como un niño decía: “Cuando sea Presidente voy a luchar contra los malos políticos y quitaré los impuestos al petróleo y al gas para que las familias mexicanas, que tanto quiero, puedan destinar esos recursos a comida, así evitaré que se mueran de hambre; también dictaré una nueva Constitución junto a la cual la del 17 no servirá ni siquiera de base; la nuestra será creada con la ayuda del clero al que tanto amo, porque sólo siendo felices podremos vivir mejor.

 

 Ahora los curas son nuestros aliados en la guerra contra los corruptos y yo como buen cristiano (sí oyen bien, cristiano, no católico, ya que para él, tal y como lo ha dicho, es lo mismo) me reuniré con el mismísimo Papa para pedirle luz espiritual y así poder redactar nuestra nueva Ley Moral.

 

Tal parece que también dijera: “yo soy bueno porque soy feliz, por lo que no puedo castigar a todos aquellos que me han hecho la vida imposible evitando que llegue al poder para poder amarlos, queridos hermanos mexicanos, como Jesús amó a sus seguidores en la Tierra Santa llamada Israel”.

 

Todo esto me recuerda  la obra inglesa producida por George Orwell después de participar voluntariamente en la Guerra Civil Española titulada “Rebelión en la Granja”, para los pocos que no la han leído les puedo decir que en ella los cerdos eran para el inglés, los más inteligentes, seguido por los caballos y los perros; todos los demás, carecían de capacidad intelectual para poder leer un sencillo párrafo; a este grupo lo representaban mejor las borregas.

 

De esta manera la “Granja Animal”, nombre que le pusieron todos los animales una vez que lograron deshacerse del que era su antiguo amo humano, el Señor Jones, vivían felices ya que se habían librado del terrible yugo impuesto por la raza humana durante miles de años, pero su aparente felicidad les duró poco; muy pronto un nuevo líder animal (obviamente un verraco) surgió, le llamaban El Viejo Comandante, él dijo en su primera reunión frente a los animales de la granja antes de acabar con el amo humano: “Camaradas: ¿qué sentido tiene vivir como vivimos? Hay que reconocerlo: nuestra vida es desgraciada, laboriosa y corta… No queda claro entonces, camaradas, que todos los males de esta vida nacen de la tiranía de los seres humanos… ¿Qué debemos hacer entonces? ¡Trabajar día y noche, en cuerpo y alma, por el derrocamiento de la raza humana! Este es el mensaje, camaradas: ¡la rebelión!…”

 

Todo esto nació de un sueño que tuvo la noche anterior.  El Viejo Comandante, lamentablemente murió a los tres días; sin ninguna duda, dejó, excitados a todos los animales con su tremendo discurso. Lo enterraron con honores. Posteriormente se destacaron dos enormes verracos jóvenes: Napoleón y Bola de Nieve…

 

Total me gustaría continuar con la fábula, pero es mejor que la lean en estos tiempos en donde el Pejelagarto amenaza con soltar al Tigre en caso de no ganar la elección.

Al final del cuento todos los animales de la Granja Animal, excluyendo a los cerdos y a los perros ya que éstos últimos servían como guaruras para amedrentar a toda la población animal, no distinguían quien era humano y quién era cerdo, ya que los verracos se aliaron nuevamente, en secreto, con los humanos y todas las reglas que en un principio la Granja Animal estableció se fueron diluyendo a tal punto que ya sólo valía la voluntad del puerco Napoleón.

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