PÉRDIDA DE CONFIANZA

¿Qué pasa cuando se resquebraja la confianza de un país (Estado), por qué sus instituciones dejan de funcionar correctamente (si es que alguna vez así lo hicieron) y no como en la casa del vecino de enfrente?

En estos tiempos de austeridad producto de las “nuevas formas” en que se va desarrollando la política, se van creando otras de convivencia formal con todos nosotros, los ciudadanos para fortalecer la paz y la tranquilidad de nuestra comunidad societaria, a pesar del calificado buen o mal gobierno.  Algunos expertos afirman que sólo una nación fuerte será capaz de salir adelante ante los enormes retos que marcan las grandes potencias; día a día nos encontramos con esfuerzos de habitantes de otros países que mejoran sus sistemas no solo jurídicos para vivir cada vez mejor, sin depender tanto del ¿Qué pasará mañana?  No parece justo criticar a una nación que ha luchado para que sus aparatos institucionales funcionen a un paso tal que ya no requiera de gran dedicación para que todo camine de acuerdo a sus intereses (aunque no siempre nobles para otros); preocupada por mejorarse a sí misma.  Si nosotros, los mexicanos, no hemos trabajado tanto como aquéllos, no podemos exigir que compartan sus creaciones sólo porque, como la cigarra, no trabajamos al unísono en tiempos de verano para gozar de abundancia en el invierno.  Los argumentos como la defensa de la soberanía son fundamentos para las obligaciones de convivencia; sólo pensamos en nosotros mismos cuando se trata de defender nuestro territorio, así como de la no intervención en los asuntos internos de otros  países, así como de diferentes valores.

¿Será cierto que el derecho interno es una ficción más, igual que el internacional? Tal vez no exista más ley que la ley de la selva, no escrita y más antigua a pesar de que seguimos llamándole Derecho.  ¿Para qué ser mejores?   ¿Para qué aprender nuevas técnicas?  ¿Para qué preocuparse por implementar recursos en los lugares adecuados?  ¿Para qué cocinar sí se puede comer crudo?   Buen mensaje nos dan los pastores cuando llevan al campo a sus ovejas: tranquilidad paciencia y meditación; creación de una atmósfera pacífica tan sólo escuchando el sonido de las bocas cuando se alimenta el rebaño y cuando busca el follaje necesario para su existencia.  “¡Que se levanten las cercas necesarias para garantizar la seguridad de los habitantes de la Gran México Tenochtitlán!”.  ¡Dejad entrar a los extranjeros que en otro tiempo saquearon los tesoros, para vengarnos de esos mal nacidos que mancharon nuestra sangre virtuosa!  Regresemos a la vida comunal; vivamos en cavernas llenas de mugre y enfermedades (que también trajeron esos cobardes que nos “descubrieron”).  ¡Déjennos morir comiendo del campo!  Probablemente no sabemos ni queremos vivir, ni aprender de todos los otros, sólo de nuestros países amigos; ésos que, aunque los veamos blancos, si sirven para exterminar a enemigos (aparentemente común), también blanco, sean bienvenidos a esta su sagrada casa, ahora propiedad de todos los mexicanos.  Que no nos roben nuestra gracia; nuestro encanto que tanto trabajo costó a nuestros ancestros conservar.   Evitemos el secuestro de nuestra ilusión; defendamos nuestros sueños; acerquémonos a nuestros hermanos, vía Pachamama; que sepan que los tenemos presentes; que los queremos mucho y no los olvidamos.
 

Escrito elaborado para Plaza Juárez, Pachuca, Hidalgo, por Alan Gutiérrez R. Tuiter: prisciliano1 

Related posts