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PEDAZOS DE VIDA

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PEDAZOS DE VIDA

En el mar del sur 

Todo comenzó con una voz lastimosa que interpretaba una canción que nunca descifré pero dicen que esa voz me hizo llorar. Sí, porque yo nada más recuerdo aquella voz que supo desamarrar los sentimientos que sobrevivieron al naufragio en el alcohol, los mismos que se ahogaron en mi garganta siendo palabras, y digo todo comenzó con esa voz porque antes ya todo había terminado.

Si no han sentido la horrible sensación de estar muertos en vida, de caminar sin rumbo o de platicar sin tener idea de lo que se habla, entonces no sabrán lo que intento decir, lo que trato de compartir con ustedes, con los que a diario  buscan sin encontrar y son encontrados por quienes buscan con la única esperanza de encontrar “algo”, lo que sea,  que sirva para decir que ya tienen lo que buscaban.

Ahora puedo decir, que los peces de la ilusión no saben nadar en los alcoholes, que se ahogan las esperanzas y uno amanece con la resaca en el rincón de la soledad con el mísero panorama que sólo en esos momentos sabemos contemplar, dicen quienes estuvieron que me solté a llorar por la canción que sólo esa mujer sabía y que nadie me pudo decir, lo que sí recuerdo es aquella voz lastimosa que me dio compañía y me hizo saber que muchos tiene una fortuna similar o inferior a la mía, y que no pueden ahogarla en el alcohol.

Me pregunto, si yo a pesar de intentarlo, lo he logrado en realidad, me pregunto en el momento justo cuando en el vaso de licor se  asoman sus labios, y entonces bebo como queriendo alcanzar su recuerdo cerrando los ojos y viendo los suyos dentro de mí,  sintiendo la amargura que deja el sabor de la ausencia, del recuerdo que se desvanece mientras uno toma, mientras los demás dicen salud en cualquier lugar, da lo mismo si lo único que me acompaña es el cigarrillo.

Si ustedes no han sentido que se les fue ¡qué van a saber de la muerte que uno vive! ¡Qué van a llorar! por la canción que una mujer deja en la cantina  con el único interés de llevarse una moneda quién sabe para qué. Uno se queda con la resaca y nada más, la resaca del oasis encontrado y de la realidad alejada, de lo que extrañamos en todos los tiempos y anhelamos en el pasado, uno se despierta con ganas de cantar la canción no aprendida y con el sentimiento que sobrevivió al naufragio en “el mar del sur”, la cantina dónde una vez dicen que lloré por una canción cuyo nombre desconozco.