
Cuando el alma se va
I
“El caminar se hace lento, las ganas se van del cuerpo y no hay forma de animarse” así es como mi abuela decía que se sentía la ausencia de alma en la gente. Y aunque no era algo que durará toda la vida, había gente a la que el alma se le escapaba bien seguido, tanto que su actuar era un constante subir y bajar de ánimo. Esa gente nunca logró dominar su alma, porque el alma es como un toro salvaje al que no puedes matar y te embiste en cuanto puede, pero si logras amansarlo tendrás la sonrisa y quietud en tu rostro hasta el final. Mi abuela se quedó dormida y su alma obediente no quiso despertarla, así pasa cuando el alma se va para siempre.
II
No volvió en sí hasta que subido en la patrulla vio desde lejos los cuerpos ensangrentados que habían quedado en la entrada de la casa. En un momento cambió la situación y pasó de ser una víctima a ser el asesino de dos ladrones que intentaron robarle en la entrada de su casa y frente a sus hijos y esposa. Los vecinos dicen que gritó que se metieran, forcejeó con uno de los ladrones le quitó la pistola y balanceo sin piedad a los dos delincuentes. El alma se le fue del cuerpo y dejó que el instinto y el coraje se encargaran de la situación.
III
El agua cae como queriendo salvarse de la noche, cae a prisa como si no quisiera caer en la oscuridad, se resbala por el piso y a momentos la corriente rompe los cristales de hielo que comienzan a formarse, no deja que se congelen y no los dejará, así es una lluvia en el invierno de aquí, rara y poco predecible.
Así también era el Reme, apurado siempre, con prisas a todos lugares sin saber a donde ir ni a donde llegar pero caminando a prisa siempre, no queriendo ser tocado por la noche y tampoco por el sol, buscando de día la sombra y de noche la luz. Así se fue su alma, y el cuerpo se quedó mojado con la lluvia de un invierno que no olvidaremos pronto.