Huesos

I

Sólo sacó la tierra para verse convertido en esqueleto. Sólo así supo que ya no estaba allá. 

II

Con el frío de la madrugada a mucha gente se le tapa la nariz, la voz le cambia, y con la oscuridad uno no pone mucha atención en la ropa que trae la gente. Platicamos durante el trayecto y me contó varias anécdotas que había tenido, de pronto dijo: “hasta aquí llegamos”, extendió el brazo para pagarme el último viaje de mi turno. En el horizonte se veía que comenzaba a aclarar, y al recibir el billete me di cuenta de que la mano que me lo daba no tenía carne…

III

No sé por qué Rulfo nos dejó aquí: atrapados entre tanta humedad, con la eterna condena de que nunca se deshagan nuestros huesos, de que en cada leída siga lloviendo allá arriba, mientras acá, el frío siga calando los huesos. IV Le dijeron que con un espejo, una vela y unas palabras de invocación podría ver sus vidas pasadas: esperó la luna indicada, cerró todo con llave, hizo el rito y el espejo se convirtió en una ventana por la que se asomó aquella calavera, cráneo de una vida futura, aceleración del tiempo, osamenta convertida en presente. Tremendo final para un ritual que se hizo mal. La calavera se había borrado y por eso se le hizo fácil beberse el veneno.