
Rituales
Quizá en un inicio da un poco de miedo, ver a un grupo de hombres que alrededor de la hoguera se desnudan para comenzar el rito, sabes para qué estás ahí, cuál es tu papel en esa ceremonia y aun así no dejas de sentir temor, mi corazón parecía que se había acompasado al crepitar del fuego, y aunque es normal que se sienta miedo, al final, si no logras dominarlo y contenerlo, no estarás preparado y la hoguera consumirá tu cuerpo, como lo hizo con muchos.
Al inicio no logras notar nada, el ritmo de una danza marca la pérdida total del tiempo y del espacio, inicias escuchando el palpitar del corazón, luego el crepitar del fuego y de fondo el ritmo de los tambores que apuntan cada momento del ritual. No necesitas saber los pasos ni estar atento a lo que hacen los demás, es como si los pies se movieran solos, como si toda la vida hubieras sabido los pasos de la danza del monte.
Cuando haces el retiro, la gente dice que vas a cambiar, que tu perspectiva de vida va a ser otra, y pues sí, todo cambia con los retiros, hay unos donde te gritan toda la noche, no te dejan dormir y te bañan con agua fría, pero en ese retiro que se hace en la cumbre del cerro todo es diferente. Todo cambia, y con esa transformación a momentos tampoco te reconoces, tienes que tratar de dominar tu propia conciencia para poder regresar de una forma a otra.
Lo más difícil es reconocerte, saber que el animal que estás viendo en el reflejo del manantial eres tú, que no es una bestia como las otras que habitan la montaña o el bosque que con su follaje no permite la desnudez de la madre tierra.
Cuando escucho a la gente que habla sobre nosotros, no puedo evitar recordar las historias que me contaba mi abuela, pero no es como todos creen, no nos convertimos en cualquier animal, tampoco podemos robarnos a las “doncellas”; es más, ni siquiera podemos cargar con los animales de otros, porque eso va en contra de la conciencia que despertamos.
A veces soñaba con todo lo que podría hacer si algún día fuera nagual, hoy que lo soy, entiendo que es una gran responsabilidad, pero una vez que se avanza en el camino no hay regreso de allá, sólo los que fueron devorados por la hoguera al dudar de este destino quedaron libres con la muerte, pero los que fuimos abrazados por las llamas, acariciados por el viento, hidratados por el manantial y sujetados por la tierra, no nos queda más que cumplir, con seguir el camino y cuando tengamos que partir y volar como águilas, habrá otros que serán elegidos, así es esto, no somos únicos, y entre naguales tampoco.