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PEDAZOS DE VIDA

PEDAZOS DE VIDA

Cansancios 

Oscar Raúl Pérez Cabrera

I

El destino volvió a darle una patada en el trasero, cuando después de darle al Joaquín como amante a la Juana, el Jorge vino a ahogar sus penas y le rompieron la trompa por “ponerse de imprudente” porque don Jacobo ya no quiso ponerle otra vez la misma canción; así, mientras de fondo creía que escuchaba esa de “no me canso de llorar y no amanece”, el Jacinto el Jairo y el Jaime sacaban al Jorge como haciendo slam con Panteón Rococó de fondo. 

II

Así como le digo doña Claudia, hay gente que nace con el cansancio por dentro, y no es que sean webonas como la Caro o el “Chato” hijo del Pepe. No, lo que yo le digo es que lo que miré en la televisión así decía, que hay gente que es un alma vieja, que no vivimos nada más una vez aquí, y al ser el alma vieja pues se cansa en el cuerpo joven, yo por eso digo que por eso siendo tan trabajadora, tan luchona de pronto siento el cansancio ese, yo digo doña Claudia que usted y yo tenemos un alma vieja, véngase a sentar aquí a la sombrita, ahorita le invito unos chabacanos que ya dio el árbol.

III

El cuerpo se va a quedar ahí. Si bien le va, los animales se van a comer la carne, sino se va a pudrir con el sol, luego puede ser que la ropa se la lleve el viento a pedazos y lo que quede sea sepultado por el paso del tiempo. Aquí no hay tiempo para cansarse, sabrá Dios quién era el difunto. Uno  apenas puede con su alma pero no por eso dejamos de querer llevar el cuerpo para que lo vele su familia, siquiera decir quién es, nada. Aquí veníamos con poco y vamos a llegar sin nada, el que se cansa en el desierto se queda y cambia el sueño americano por el sueño eterno. 

IV

Nuevamente despertó a las tres de la mañana, la sombra que hace días recorría su cuarto estaba sentada en la silla que tenía a los pies de la cama. Al verla, el corazón comenzó a querer salirse, y a pesar de encender la luz ya no pudo apaciguarse. Dio mil vueltas en la cama, se levantó al baño, bebió agua, abrió la ventana y se fumó un cigarro que tenía el sabor a “guardado” (hace años que había dejado de fumar), volvió a la cama y una hora más tarde recibía la luz del sol con los ojos abiertos.  Sólo era cuestión de tiempo, la sombra esperó que el cansancio hiciera lo suyo.