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PEDAZOS DE VIDA

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Llegar a los 33 

A los 33 años murió el Cristo en la cruz, a su edad ya había provocado una revolución y había dejado una huella ideológica que trascendería tiempos y fronteras; había resucitado muertos, había agarrado a latigazos a mercaderes que habían hecho del templo una plaza comercial, y había convertido el agua en vino. 

Cuando en la vida llegamos a los 33, nos damos cuenta de que no hemos llegado a tanto, que nuestras revoluciones han sido micros en comparación con las del Dios que se hizo hombre para morir en una cruz, sin que el resto de la humanidad entendiera el término “sacrificio”. 

Pero, también las pequeñas luchas pueden generar grandes cambios, así que si a los 33 años no ha llegado la muerte que tajantemente te dice: “hasta aquí llegaste”, no queda más que seguir muriendo cada día, porque el avance en el tiempo es relativo y tiene formas de comprenderse; mientras algunos agradecen el vivir un día más, otros contamos un paso más hacia lo único que, desde que nacemos,  tenemos seguro, la muerte.

Llegar a los 33 es un símbolo de que hemos caminado en la existencia más de 12 mil días, aglutinados en más de mil 720 semanas, y que todo se amplifica cuando pensamos que han sido más de mil 41 millones 724 mil segundos de tiempo. Sin embargo,  no hemos vivido lo suficiente en lo que podría ser la mitad de una vida o el tercio de otra.

El tiempo es tan relativo como la existencia, y al llegar a los 33 años de vida no queda más que agradecer no haber fallecido aún o como creo yo, que nuestra muerte sea a “gotas” llamadas días, así es esto del tiempo: apenas somos un chispazo en la inmensidad  del universo.