PEDAZOS DE VIDA

PEDAZOS DE VIDA
Photo Credit To Ilustrativa

La nostalgia que se lleva 

Como te fue anunciado hace unos años, el día ha llegado. Caminarás nuevamente sobre la calle que no has visto por treinta años, llegarás a la plaza principal y desde ahí verás cómo la iglesia que estaba vestida de color marrón ahora es naranja. Mirarás con nostalgia algunos de los negocios que desde tu infancia, aún se mantienen en pie, apretujados entre los nuevos comercios que han llegado al pueblo para quedarse y desplazar la tradición. 

A cada paso que das, no puedes evitar que los recuerdos inunden tus pupilas. Creíste que ahí estarían todos, tal y como los dejaste hace tanto tiempo. Los niños que corrían por la calle cuando el autobús te llevó para la ciudad, se convirtieron en migrantes, y ahora sus hijos son los que le dan vida al pueblo, que ya parece más ciudad que nada. 

Al pueblo se regresa a morir y bien, ahí estás, caminando hacia la iglesia, tratando de reconciliarte con la fe que junto con tu esposa perdiste hace algunos años, recordando la forma en que tus padres iban a misa cada domingo; el padre por delante, saludando a los vecinos y tu madre, callada, detrás, agachando la mirada, volteando hacia la gente sólo para saludar.

Así como tú los dejaste, así tus hijos te dejaron. Tú te fuiste del pueblo a la ciudad; ellos, de la ciudad a otro país. Nunca se termina de estar contento con la tierra en la que uno nace. Y al final, sólo se regresa para morir, para saber que todo eso que se dejó atrás, también tenía su propio valor. Caminas lento, como no queriendo llegar, pero, al final, has subido los cincuenta y cuatro escalones que te dejan en el umbral de la iglesia. 

Allá adentro, te espera la banca, donde tu corazón dejará de latir, mientras tu mirada inerte se clava en el techo donde se ven a los cuatro evangelistas, que desde allá arriba miran cómo regresaste para no volverte a ir. 

Related posts