
Morirse
Morir no es el problema, al menos para el difunto, porque el que muerto está, ya no está. El problema es para aquellos que se quedan con vida, viendo cómo el cuerpo de su pariente, es sembrado en un lugar que tuvieron que comprar en el panteón, metido dentro de una caja que pagaron “a buen precio” en la funeraria, sintiendo el dolor de una pérdida irreparable porque aunque sean millones, ningún humano es igual a otro.
En mal tiempo se murió el Chucho. Toda la gente busca tener una casita, unos terrenitos, algo que pueda considerarse su patrimonio, pero nunca o casi nunca piensan en la última morada, como si la vida que tuvieran prestada, por quién sabe quién, estuviera garantizada.
No tuvieron dinero para los músicos. El cortejo fúnebre fue muy sencillo. Los cuatro que cargaban la caja iban por delante y atrás un puñado de gente que no entendía el por qué el Chucho se había muerto. En los rosarios dieron café y galletas, no alcanzó para los tamales ni el pan, por eso fue muy poca gente, a ver si con esos rezos el Chucho la alcanza a librar, porque bueno bueno que digamos bueno que fuera, pues no.
Por eso digo que morirse no es problema para el difunto, lo és para los familiares y amigos que se quedan con la responsabilidad de dar buena sepultura al que se fue, al Chucho no le fue tan bien, pero pues tampoco se puede cosechar lo que no se ha sembrado y el Chucho hizo mal a muchos que aunque no se regocijan con su muerte tampoco sintieron la necesidad de acompañarlo en el funeral.