
Hay veces
Hay veces que sólo te quedas de pie, te agarras el pecho y te mueres. Hay otras en las que sin deberla ni temerla falleces. Y es la vida la que se encarga de dar los toques dramáticos, sangrientos, melancólicos y demás a tu muerte. Una vez vi el cadaver de un hombre obeso cubierto con una sábana; sí, ya sé que no tiene nada de asombroso o que no se debe hacer énfasis en la apariencia física; pero, el cuadro que fabricó la vida para su muerte, fue el de un desplome en plena calle frente al puesto de carnitas dónde acababa de darse un festín.
Hay veces que sabiendo nadar te ahogas porque el cuerpo se te entumió, otras en las que resbalarse de las escaleras te deja con la pierna torcida y con el cuello quebrado, también hay veces en las que alguien te dispara y deja que tu sangre corra por el asfalto, o quien por dinero te deja unos piquetes en el cuerpo por los que la vida se te sale como pequeños ríos que en breve se convertirán en charco.
Hay veces que se te olvida respirar, que duermes y no despiertas; hay veces que abres la boca y sientes como la enfermedad entró a tu cuerpo; hay veces que tienes sexo; hay veces que no te fijas; hay veces que no mides la fuerza; hay veces que por todo mueres. Entonces yo me pregunto, ¿qué tiene de especial que mueras por mí? Hay veces que sólo quiero dejar de escuchar esas webadas.