Esa playa que no ves

Después del mediodía la arena quema las plantas de los pies,  en el verano así es y quien sabe de esto llega hasta la orilla con zapatos, entonces mete los pies en el agua que está fresquita y después se busca un lugar bajo algún árbol o palmera para que el sol no sea un problema. Puedes recostarte en la playa  o meterte en el mar y conocer su sabor cada vez que el agua escurre entre los labios y se mete a la boca.

Puedes comprar comida que vende la gente que día tras día acude a esa, la playa que no ves, para conseguir llevar el alimento a casa. El mar es azul y cristalino, es un paraíso donde una de las mejores experiencias es recostarte y descansar recostado en una hamaca, bajo el techo de una palapa, mientras te tomas una cerveza bien fría  y ves como corren a los vendedores ambulantes que te ofrecen una artesanía hecha con conchitas de mar.

En esa playa que no ves, están los sueños de los que sobreviven, está el hambre de los que no pueden pescar en esos lugares a pesar de que vivan ahí. En los cuerpos que disfrutas, aunque pagues, está una violación sexual más. En esa playa que no ves, te conviertes en cómplice de los que se hinchan las narices de polvo blanco, y ves la fiesta que se gesta por encima de miles de cuerpos que padecen la miseria. 

Allá en la playa que no ves, el mar recoge las lágrimas de sus hijos, a veces también se lleva sus cuerpos, mientras aquellos que no ven esta playa, vomitan desde los botes en donde hacen sus fiestas, o se enamoran en las espumosas orillas donde la arena deja de quemar por las noches.