Home Relatos PEDAZOS DE VIDA

PEDAZOS DE VIDA

El casete

“Él se tiene que morir… y así será”, fue lo que escuchamos. No podía creerlo, pero  después un silencio me hizo pensar en que la grabación había terminado, me hizo creer que entre mis manos tenía la prueba de aquel crimen atroz que se había gestado desde algún lugar que ahora se perdía entre días de grabaciones almacenados en casetes. 

El almacén guardaba un sin número de cosas, y entre estas unas cajas de archivo que contenían grabaciones de audio y algunas de vídeo, que ya habíamos visto más de una vez, sin embargo al momento de mirar hasta al fondo, descubrimos una caja  pequeña, en dónde se encontraban unos micro casetes, que sacamos por curiosidad sin saber que seríamos, en nuestras locas cabezas, cómplices de un crimen.

A diferencia de los otros casetes, estos no tenían etiqueta, no tenían fecha ni parecían haber estado almacenados, la curiosidad se hizo infinita, cuando los vi, de inmediato recordé la grabadora que se encontraba en el pasillo principal, en el casillero 23, seguramente con ayuda de unas baterías AAA podríamos saber lo que guardaban estos misteriosos casetes.

Sin embargo, mi colega y yo nos quedamos con las ganas de escucharlos, no teníamos baterías y ya era muy tarde como para saciar la curiosidad, así que acordamos revisarlos al otro día.

Unos contenían entrevistas que parecían de tipo periodístico, otras eran grabaciones de sonidos, había uno que creímos que era la grabación de una misa sin embargo no se distinguían las voces y el audio generaba una atmósfera macabra más que religiosa, -seguramente es porque está dañado- dijo mi compañero. 

En eso estábamos cuando dejamos de tener interés y comenzamos a revisar los casetes sin regresar la cinta, así como los habían dejado los metimos a la grabadora, sólo para saciar la curiosidad, y de pronto: “Él se tiene que morir… y así será”, fue lo que escuchamos, seguido de un silencio pronunciado. 

Parecía una conversación, sonaba tan natural, hasta que el silencio se rompió con un sonido abrupto como salido de un violín queriéndose convertir en notas musicales sin lograrlo, y enseguida una musiquita más amena seguida del “no se pierda su radionovela el látigo justiciero…”.