Nos estamos yendo
Tristes son las despedidas, cuando sabemos que no nos volveremos a ver, cuando nos embarga la incertidumbre de no saber si habrá otra charla o si compartiremos nuevamente una comida. Damos por hecho que siempre nos volveremos a ver, hasta que esa posibilidad se reduce a un “descanse en paz”.
No hay rezos ni rituales, pero las lágrimas no dejan de brotar junto a los recuerdos que afloran en medio de la nostalgia que provoca la ausencia, la falta de aquellos que ayer estaban y hoy se han ido, así es esto, el virus se se está llevando los novenarios y las charlas de los dolientes, no hay pan ni café y solos en sus casas no se pueden consolar.
Siempre nos estamos yendo, y sólo en estos momentos podemos reflexionar, el adiós que ayer dijimos pudo haber sido el último en nuestra existencia y aunque la vida sigue, no dejamos de llorar, de recordar, de reír cada recuerdo con aquellos que ya se fueron, este año su luz brillará en nuestro altar, con una veladora los habremos de recordar, y saber que aún sin gran funeral fuimos muchos los que los hemos de extrañar.
Hoy nos estamos yendo, y cada saludo y cada despedida podría ser la última, cada sonrisa y cada enojo podrían ser el epitafio de nuestra tumba, quizá sea buen tiempo para preguntar ¿Cómo queremos ser recordados? Quizás tampoco sea buena idea preguntarnos eso, hoy como dirían en el pueblo “la muerte ronda que ronda, anda de guadaña suelta”, y sólo nos queda llorar por nuestros muertos y aprendernos a cuidar.