PEDAZOS DE VIDA

La abuela no salió 

A duras penas se puede creer que tremendo señorón haya cabido en esa cajita de madera, pero cuando te vuelves polvo, entre el cuerpo que se va con el humo, la grasa que sale como manteca en el crematorio, y el polvo que escapa a la urna, todo se reduce a lo que contiene la cajita, sin que sepamos quién fue el que mató a la abuela. 

La verdad es que tenía carácter la señora, a mí nunca me cayó bien pero tampoco le hubiera deseado que cerrara los ojos para siempre, pese a todo el daño que le causó a mi papá, los traumas que le dejó a mi tía, las veces que hizo llorar a mi mamá o las críticas que me hacía por mi forma de vestir. Era una vieja impertinente, soberbia y terca pero eso sí, muy religiosa. 

Hoy el culpable es mi papá, por sacarla de su casa y llevarla con nosotros para que viviera en lo que pasaba lo de la epidemia del coronavirus, la culpable es mi tía y mi tío por venirla a visitarla, los culpables somos todos, por eso guardamos un silencio que ha sido acordado por todos sin que nadie diga ni media palabra. 

La abuela tosía siempre, pero últimamente lo hacía de forma exagerada, luego vinieron los dolores y después todo lo demás… Ella rogó por qué no la llevaran al hospital, y antes de subirla a la ambulancia, alcanzó a agarrar un rosario que tenía junto al sillón (todas las mañanas se levantaba temprano para rezarlo).

Una vez que pase todo esto vendrá el pleito, en tanto mi abuela, la que tanto se cuidó y no salió ya está dentro de una cajita, convertida en el polvo que quizá menciona su biblia, mi abuela ya no regresará a su casa, y ahora no sabemos quién de todos nosotros es el que porta el virus, a ver si la abuela no regresa del más allá para llevarse a alguien más, porque de que es capaz, es capaz. 

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