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PEDAZOS DE VIDA

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Caqui

El color no fue sólo en la entrada. El naranja amarillento se propagó más allá de la digestión. La fruta del caqui es verdaderamente deliciosa, cremosa y dulce, su color hace que a momentos se confunda con un tomate rojo, de esos que son casi una bola, su piel es suave pero resistente y sus semillas son duras. Esta fruta es muy apreciada en los países asiáticos, allá donde se usan palillos de madera para comer y se disfruta del arroz.

Aquella ocasión, el caqui entró para generar placer, para hacer que cerrara los ojos mientras la cremosa fruta se convertía en jugo dentro de mi boca. Afuera el aroma del campo chino me hacía recordar que el campo es uno en el país que sea y al comer esa fruta, también pensaba en las frutas que no se conocen allá dónde es día mientras en México es de noche.

La experiencia con el caqui fue irrepetible porque más tarde comimos enormes cangrejos color naranja y desatamos el apocalipsis. Tras la satisfacción de haber sacado la carne de las tenazas y del caparazón, comenzó el retortijón, luego el gorgoreo y al final una serie de visitas al baño, tal como nos los había hecho saber, aunque tarde, la familia china que nos albergó en su casa durante vacaciones.

“Nunca más volveré a combinar estos dos productos”, pensé, al menos por el momento. Después supe que en realidad lo de la diarrea era un mito, y que el verdadero peligro está en el contenido de ácido tánico que combinado con proteínas puede generar cálculos o incluso pequeños tumores que se pueden complicar con el tiempo. En tanto creo que el miedo desató el color naranja que escapaba hacia el interior del escusado como si fuera jugo de calabaza.