¡Ay dolor, nunca te me quitaste!
Hace cuantos ayeres que de joven al beber, por inercia a media borrachera, salía aquél grito que se había hecho popular ¡Ay dolor, ya me volviste a dar!, hace cuánto tiempo de escuchar a los clásicos rancheros con los que ese dolor que es profundo y que pega en el alma, te volvía a dar. Pareciera que fue ayer cuando pedías al José Alfredo, Pedro Infante, Jorge Negrete y hasta al Piporro, y hoy todo ha cambiado.
Fue con los tragos que cambiaste tus gustos hacia José José, Juan Gabriel, el Buki, Vicente Fernández, y aun así elevadas las copas, vaciadas dentro de ti, cuando a punto estabas de perder el juicio, una vez más ¡ay dolor, ya me volviste a dar!, unas veces fue por la muerte de aquellos con los que compartiste o te dieron camino, ese dolor ahí estuvo con la muerte de tu madre primero y luego en el funeral de tu padre.
El ¡Ay dolor ya me volviste a dar! se convirtió en el clásico de cada borrachera, en el que te despojaron del alma para convertirte en un cuerpo que consume alcohol sin parar, hasta que duele el orinar, hasta vomitar coágulos de sangre, y ahí estaba ese grito y esa vivencia, ese dolor que te volvía dar una y otra vez, siempre por la ausencia de alguien más.
Y qué decir de aquél dolor que perforaba el pecho, que te hacía pronunciar cuantos nombres te fueron quebrando el corazón, aquellos amores que te hicieron doblegar tu hombría para tratar de justificarla teniendo lo que se ofrecía y no el corazón que querías, una vez más, tras el tequila, la cerveza, el ron, lo que fuera, ¡ay dolor ya me volviste a dar!
Con el paso del tiempo, eso cambió, por un momento creímos que este cambio se trataba de una mejor forma de vida, pero no, ni te hagas ilusiones sólo cambió el grito, porque a esta distancia, tan lejos de tu nacimiento y tan cerca de tu muerte, ya no queda más que gritar ¡Ay dolor, nunca te me quitaste!, buenas noches, borracho irremediable, allá te espero.