Barrios y colonias 

I

Después de tantos años de gestión, por fin el presidente municipal (que creció en aquel barrio bañándose en polvo y con los cachetes cuarteados por el frío), mandó pavimentar la calle, tuvo que surgir un político en la colonia popular para que las máquinas llegaran a hacer su trabajo. 

Un mes tardaron en hacer las zanjas, luego todos los obreros desaparecieron, así se quedaron seis meses antes de que una comisión de vecinos fuera a reclamar a la presidencia municipal para que reanudaran las obras. 

Aquella tarde noche doña Jovita salió a buscar al marido que seguramente ya estaba de borracho en alguna de las tienditas de la calle principal. Caminó lentamente y de un momento a otro, de la profundidad de una zanja se escuchaba una vocecita que decía: por favor, alguien, ayúdeme…  

II 

Después de tanto convencimiento, el Reyes logró conformar los diez números de la tanda. Así cada semana los integrantes de este método de ahorro popular entregaban doscientos pesos con la ilusión de que al tocarles su número recibían dos mil pesotes; al llegar el número diez, los diez integrantes supieron que todos tenían el último número de la tanda, y que el Reyes se había ido con dieciocho mil pesos en la bolsa. Todo, producto de su tanda. 

III

Por la mañana una señora que entró en crisis por la situación que vivía en su hogar; dos horas más tarde, el vecino al que lo dejó su esposa llegó para comprar un chicle; luego, otra de las vecinas llegó angustiada porque no sabía qué hacer para comer; en la tarde noche, no faltó la que solo necesitaba platicar…

Parece una tienda de la esquina pero los venerables ancianos que atienden en esta miscelánea, hacen mucho más por sus vecinos que venderles productos de primera necesidad. Así es este consultorio de sabiduría en medio de la ciudad.