PEDAZOS DE VIDA

PEDAZOS DE VIDA

Un pendiente 

Cuesta mucho trabajo y tiempo, encontrar a la persona perfecta. A veces eso se da de una forma inmediata, se pacta antes de que suceda e incluso se puede llegar a hacer por escrito, pero en otras ocasiones, la incertidumbre reina y, con ella también una serie de eventos desafortunados alrededor de la ausencia de aquella persona en la que se pudo haber depositado toda la confianza. 

En la caja había como 70 monedas de oro puro, unas joyas y un papel con letras que ya no se entendían, pero que parecía ser el registro de todo el contenido de la caja. Algo que no podría explicar es cómo después de las múltiples obras realizadas en el lugar, la caja pudo ser encontrada por una persona seis generaciones después de la que con sus propias manos puso ahí sus ahorros para el futuro. 

¿Cuánta avaricia y amor al dinero se debe tener para decidir quedarte por décadas en el lugar dónde ya no perteneces? Dicen que cuando los muertos quieren dar las pertenencias que con recelo cuidaron al estar vivos, la persona indicada puede ver una especie de flama que sale justo en el lugar donde está escondido el tesoro. Y que si la persona equivocada rasca en el lugar por casualidad, el tesoro se convierte en carbón; también dicen que si el muerto no quiere que encuentres sus pertenencias, las cambia de lugar. 

Doña Agustina vio todo lo que sucedió tras su partida, no quiso avanzar hacia el camino marcado y se quedó llena de avaricia, cuidando su tesoro, hasta que aquella mañana comprendió que ya no era su tiempo, entonces dejó que Carmelita encontrara la caja, la muchacha supo agradecer a la difunta que se le presentó en sueño, le encendió una veladora, le puso un poco de agua y con eso le abrió el camino al más allá. 

Cuesta mucho tiempo encontrar a la persona perfecta, pero cuenta mucho más entender que no tiene razón de ser acumular tanta riqueza, porque al final esa trampa del deseo podría esclavizarte por una eternidad, doña Agustina se fue en paz, pero por mucho tiempo agonizó por el temor a que esa caja cayera en manos equivocadas. No se podía ir dejando ese pendiente y como dice el refrán “nadie sabe para quién trabaja”.  

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