
Hay cosas que uno no sabe
Nunca en lo que llevaba de vida, casi 35 años, me había pasado algo así, y decimos que no nos ha pasado hasta que llega el momento en que por tanto tentar al diablo seguro se hace presente de una u otra forma, a veces vestido de charro, otras con la persona con la que duermes, hay ocasiones en las que la cara del diablo ni siquiera tiene forma.
Yo soy de esas personas a las que no les puedes decir que no porque buscamos un sí, y bueno, tampoco siempre se puede tener todo pero lo que está al alcance y corresponde al esfuerzo que haga uno, pues vale la pena al menos el intento.
Nosotros habíamos llegado a la comunidad de Ojo de Agua, allá donde la vida social se apaga con los últimos rayos del sol, allá dónde la cantina de don Chuy, que sólo se quedó con el nombre porque hace tiempo que murió el dueño, cierra puertas sin importar que haya clientes que no se haya embriagado, la hora se respeta y yéndose el sol se acaban los tragos.
¡Malaya sea mi suerte! ojalá hubiera podido salir bien briago de ahí, pero no.
Con el sol se fueron mis esperanzas y con la oscuridad llegaron las advertencias de que no se debe andar a la orilla del río, de que en el día manda Dios pero en la noche no hay gobierno. El hecho de que a momentos se crea que Dios está en alguna parte del día es consuelo, porque para mí, ahí estaban olvidados por él.
La casa donde me estaba quedando estaba al otro lado del pueblo y para llegar al otro lado, se tenía que cruzar el río y para llegar al puente que cruza el río no hay otra forma más que irse por la orilla, ahí fue donde me encontré con tres hombres, que parecían jornaleros que seguramente regresaban a casa, se dieron cuenta que iba detrás de ellos y cuando intenté saludar ninguno contestó.
-Buenas noches, ya de la chamba- insistí, pero de nada sirvió. Pinches cabrones, lo pensé, eso no me hubiera atrevido a decirlo. pero aprovechando que iban por el rumbo caminé un poco más lento pero me fui atrás de ellos, murmuraban algunas palabras que no alcancé a comprender y una vez cruzando el puente siguieron por la calle principal, el rumbo que también yo tenía que tomar.
De pronto frente a una casa, una niña acurrucada, convertida en pequeño bulto arrinconado entre la sombras, les dijo algo a los hombres pero pasaron de largo como fantasmas.
Dicen que en la comunidad de Ojo de Agua, la oscuridad trae los males, que con su manto permite la navegación de los fantasmas. Cuentan que si la oscuridad te agarra en las calles, debes caminar sin mirar atrás, que habrá muertos que te quieran hablar pero los debes de ignorar, porque los muertos, muertos están, aunque ellos mismos no lo sepan.