- El presidente de la Cámara de Representantes asume la tarea de negociar con Trump y recuperar la unidad del partido
Ryan ya tuvo que ejercer su autoridad cuando a principios de la campaña salió al paso de los devaneos de Trump con el Ku-Klux-Klan, organización racista por excelencia en EU, de pasado siniestro. Después de que el showman eludiera una expresa condena, en un ruidoso silencio, el guardián de las esencias realizó su única irrupción pública, una llamada de atención: «Quien quiera ser candidato de este partido debe rechazar a todo grupo basado en la violencia o en los prejuicios raciales. Este es el partido de Abraham Lincoln».
Fue convocado hace medio año para cerrar la grieta de su grupo en el Congreso de los EU, deshilachado por las reyertas políticas, y el destino le ha situado ante la mayor encrucijada del Partido Republicano. Paul Ryan intenta erigirse a un tiempo en unificador y cancerbero de las esencias conservadoras, mientras el edificio asentado por Abraham Lincoln se tambalea ante la desatada furia del huracán Trump, autoproclamado líder del movimiento popular de los enfadados.
Así es la política. El futuro del partido del elefante, la formación fundada en 1854, precisamente en el estado del que procede Ryan, Wisconsin, pilar histórico del país y motor de las transformaciones mundiales que el reaganismo imprimió a los 80, se ha reducido a una lucha entre dos: un joven (aunque experimentado) congresista que hunde sus raíces en el tradicional Medio Oeste americano y un millonario nacido y alimentado por el éxito de los negocios en la urbe neoyorquina. Dos Américas frente a frente. La pausa y la prisa. La visión larga y el atajo.
Puede que estén condenados a entenderse, pero la nave ha encallado en el primer asalto. Buenas palabras, pero ni Ryan respalda la nominación de Trump, ni Trump se somete a la autoridad de Ryan. De la capacidad de este hombre tranquilo dependerá una unidad en apariencia imposible, la única que puede devolver a los republicanos a la Casa Blanca sin que se desmorone su estructura. Una cuerda demasiado fina para mantener el equilibrio sin despeñarse.