RELATOS DE VIDA
Todos estaban felices, más que felices, hacía más de cuatro horas que había empezado la pachanga del reencuentro- ¡salud! – gritaban por todos los rincones.
El sonido de las copas chocar era constante, las canciones de antaño recordaban las noches de serenata, las travesías de juventud eran anheladas y los sueños cumplidos o fallidos eran el tema principal.
Por un lado las mujeres, contaban de ropa, viajes, infidelidades, fidelidades, penas, pero las piñas coladas suavizaron los pesares y aumentaron las alegrías.
En el otro extremo los varones veían pasar las botellas, Brandy, tequila y hasta pulque, un poco de botana, y charlas de trabajo, algunas mujeres y después el arrepentimiento.
Después de varias, muchas, hartas copas, emprendieron camino pero en esas horas de brindis la lluvia había azotado a la comunidad, solo se veían charcos y lodo, en caravana iniciaron las conducción de los automotores que patinaban graciosamente, unos hacia la izquierda otros hacia la derecha y finalmente un alto total.
Sincronizados los automovilistas bajaron a ver lo que pasaba, todos estaban atascados, intentaron sacar un carro pero los esfuerzos fueron en vano, intentaron con cada uno de ellos, pero no hubo respuesta, y al cabo de una hora de intentos, regresaron a la fiesta mojados y enlodados, pero felices, una anécdota más en su historia de amigos; no así las mujeres que refunfuñaban, aunque unas piñas coladas convirtieron el enojo en carcajadas.