Pasteles de lodo

PEDAZOS DE VIDA

Él mismo se ofreció para ser el festejado, nosotros que culpa teníamos, si el pastel que habíamos  hecho con masa a base de barro, arena y agua nos había quedado bien chingón, y aunque todos queríamos probarlo de a “mentiritas”, tuvimos que hacer que el juego fuera real, y entonces el Chicarcas, creo que si fue él, dijo que ya teníamos pastel pero que no había festejado.

Desde entonces ya teníamos madera de pasteleros. La rosa fue la que le ponía los pétalos de flores y pasto como adorno, creo que esa vez hasta una pluma de guajolote le puso que para que fuera la vela que tenía que soplar el festejado. Para nosotros era un pastel real, y por eso teníamos que jugar a hacer una fiesta lo más real posible.

Rápido el Bicho, fue por sus taparroscas, mismas que convertimos en copas elegantes, en vasos dignos de la gran fiesta que teníamos, y pronto el juego se fue tornando más y más real. Todavía me acuerdo como el Rubis, se hacía el borracho, y decía “ya estoy pedo” mientras se aventaba a la hierba y todos reíamos.

La fiesta estuvo en grande, pero todavía no había festejado, fue justo cuando teníamos que partir el pastel cuando vimos que teníamos una fiestota, que habíamos bebido de “mentiritas” las copas de cerveza y vino, pero que no teníamos festejado, el Chicarcas, nada más dijo “no hay festejado”. Fue cuando comenzaron todos a pelarse por ser el papel principal de la obra titulada “la fiesta”.

Pero bien que me acuerdo que el que ganó el zapatito blanco zapatito azul  fue el Kanes, el cabrón tenía una suerte, y pues no a todos les pareció o mejor dicho nos pareció, pero la suerte estaba echada y ese cabrón había ganado ser el festejado, ya no había que hacer, más que darle el abrazo, y buscar sus regalos.

De un momento a otro, ya tenía botellas de plástico, esculturas de lodo, ramos de hierbas y no sé qué otras cosas que según le habíamos regalado de cumpleaños, y el momento épico, las mañanitas y la partida del pastel, no sin antes el grito de ¡mordida, mordida! La verdad para que les voy a mentir, yo también lo empujé contra el pastel y quedó todo embarrado de tierra y plantas.

El Kanes se puso a chillar, y comenzó, en revancha, a aventar pedazos del gran pastel a todos, así fue como la fiesta se convirtió en la “gran guerra del lodo”, misma que duró unos cuantos minutos antes de que la llegada de los aliados nos dieran de madrazos por haber ensuciado nuestra ropa.

Aquellas juegos eran épicos, hoy los pasteles de lodo sólo viven en nuestra imaginación,  y nos hacen reír cada vez que recordamos la manera en que siendo niños sacamos el coraje de  no haber sido los festejados y empujamos con premeditación, alevosía y ventaja, al Kanes hacia al pastel que lo dejó todo embarrado de lodo.

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