Parejas disparejas y… ¿qué?

DE CUERPO ENTERO
    •    Como punto de partida deberíamos aceptar la creencia sempiterna de que toda relación comprometida se cifra en el amor


EMPÉDOCLES de Agrigento (490-430 A de C), filósofo pre-Socrático, quién se creyó inmortal y  murió abrasado al arrojarse al cráter del volcán ETNA, en relación a la pareja humana escribió: “todo lo que existe está hecho por la integración de los cuatro elementos básicos: aire, tierra, fuego y agua, y para que exista el movimiento debe haber una justa combinación; todo esto desde el nacimiento de los tiempos ha sido controlado por dos fuerzas: una agregadora FILIA (amor) y otra disgregadora, NEIKOS (odio), y que actuando en forma alterna regirán por siempre el universo. Cuando se construyó el universo predominó el amor-filia- e hizo que se fusionaran muchas cosas, formando inclusive monstruos por tanto amor, así los seres humanos estaban fusionados, eran ambiguos, hermafroditas, con ambos sexos y estériles. Pero llegó la época del odio, NEIKOS, y los separó.  Al despertar del tiempo, ya con la época del amor, se inicia la búsqueda desesperada de la otra mitad de uno mismo, para retornar a la unidad primigenia en la que el hombre y la mujer eran una y la misma cosa”.
    Sería entonces que para cada cual exista su media naranja… y bien podríamos agregar: fueron felices y tuvieron muchos hijos.
Ciertamente el hablar de la pareja humana no es lo mismo que el hablar del matrimonio, ni tampoco es lo mismo hablar de una pareja de oriente que de occidente.
Como punto de partida deberíamos aceptar la creencia sempiterna de que toda relación comprometida se cifra en el amor, y no como afirma Gilbert Tordjman, que más que el amor y la búsqueda del placer, se trata de la necesidad de paliar nuestras insuficiencias, de satisfacer nuestros deseos más profundos de dominio, de dependencia o de castigo.
Y viéndolo desde este punto de vista resultan muy cuestionables, o a lo mejor muy explicables, tantas frases como: ¡pero si nacieron el uno para el otro, qué bonita pareja hacen! Porque siempre hemos creído que lo fuerte de la unión reside en el amor. ¿Es entonces que esta unión indisoluble radica en lazos de dependencia, de complementariedad y de mutua necesidad? Casi casi como el veneno y su antídoto, el uno actúa sobre el otro, lo neutraliza: el uno depende su existencia de aquél.
Es pues la pareja una institución con matices propios, con particularidades únicas, pero sobre todo con su personalidad propia, y lejos de aceptar la sentencia Bíblica:” ya no serán dos sino uno”, debemos creer que la pareja da origen a un nuevo yo, una nueva figura afectiva llamada: RELACIÓN CONYUGAL, conservando cada uno su propia personalidad.
Jean G. Lemaire en su libro: La Pareja Humana, su vida, su muerte y su estructura, anota que el amor utiliza las formas más arcaicas y primitivas de la vida psicoafectiva: la incorporación, la absorción, la manipulación del otro, a veces casi la aniquilación, y estas manifestaciones no pueden ser consideradas patológicas, puesto que todo se vale en nombre del amor.
En nuestros tiempos actuales, existe un constante cuestionamiento acerca de la calidad y necesidad del matrimonio, este núcleo de gente fácilmente manejado por el sistema; cuántas parejas han afirmado que todo iba bien, o que todo funcionaba con armonía hasta que legalizaron su relación. Es pues para muchos que la formalización impone como una camisa de fuerza, su inmovilización.  Veamos: hace cien años por cada mil 500 matrimonios había un divorcio, para 1940 uno por cada 5 matrimonios, y en los momentos actuales se divorcia una pareja por cada tres que se casan. Esto evidentemente no habla de que hasta ahora se den cuenta muchas parejas de su infelicidad, sino de los avances -sobre todo para la mujer- de poder expresar su inconformidad, su angustia, sus deseos de terminar una relación tormentosa.
Seguramente muchas abuelitas de hoy, tuvieron muchas ganas de finiquitar sus matrimonios, y es más: tienen muchas ganas aún ya en el atardecer de sus vidas, pero la sentencia pregonada desde el púlpito ha sido siempre superior: “si tu esposo te engaña, te golpea o no trabaja, aguántate, es la cruz que te tocó ya en la otra vida serás dichosa”.
Ahora la mujer más autosuficiente logra sacudirse esa cruz, para buscar un oasis de felicidad ya que, como afirma Tordjman, la felicidad es un instante privilegiado del que solo más tarde se toma conciencia; la felicidad es una elección, y solo se puede acceder tras haber renunciado a cierto número de mitos.
Y seguramente el vivir en pareja tiene sus encantos, si no cómo explicarnos el que, de esta gran cantidad de divorciados en nuestros tiempos, el 80 por ciento reanuden una nueva vida de matrimonio.
¿Será acaso que la complementariedad es necesaria?
¿O será también que debemos unirnos para mitigar esos terribles conflictos que traemos marcados desde la infancia?
Evidentemente deben existir elementos que nos unan y nos sostengan como pareja, que van desde el “que me sirvas como espejo”, como a Narciso en el río, o que “me sirvas como mi madre, o yo como tu padre”.
Lemaire cita cómo existen engranajes comunes y frecuentes:  el polo masoquista de uno responde al polo sádico del otro, el polo exhibicionista de este, responde al voyeurista de aquél.
En otras palabras, podríamos decir, que lo que un individuo busca en su pareja es precisamente una función protectora contra aspectos mal controlados de él mismo, y si encuentra que en un momento dado el compañero (a) ya no desempeña esta función, la atracción por el compañero(a) cesa, y la pareja tiende a desaparecer.
¿Cuál sería entonces el momento actual de la pareja?
La pareja se sostiene con base a la auto-ayuda, auto-terapia, necesidad mutua, amén de una renovada relación erótica, afectiva y amorosa. Y más nos vale verla así, y no con la fantasía del amor eterno, finalmente nos debemos ayudar mutuamente.
Pudiera también pensarse en una crisis de pareja por el hecho de que muchas mujeres reconozcan su sometimiento y por consecuencia busquen su libertad, pero sobre todas las cosas creo que el vivir en pareja brinda excelentes oportunidades de: convivencia, ternura, consuelo, auto-ayuda y protección.
Cuántas veces para el consejero familiar resulta fácil sugerir la separación, la ruptura, a parejas fácilmente reconocibles como patológicas, y resulta más dañina la separación que la no sana convivencia, pero al final necesaria complementariedad.
Muchos condenan el vivir siempre alienados dentro de un marco de fuerza llamado matrimonio, quitémosle este título, y dejémosle solo como PAREJA, y rescatemos de esta relación: la seguridad, la comunicación, la alegría e incluso la erotización, es cierto exige el sacrificio de una parte de sí, por pequeña que sea.
Así las cosas, EMPÉDOCLES posiblemente tenía razón: para poder rodar necesitamos nuestra media naranja.

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