Padres tóxicos

DE CUERPO ENTERO
    •    “Ser padres debe ser una vocación, y no un accidente o una obligación”


Hellen Fisher en su libro “Anatomía del Amor” revisa cómo en el reino animal incluyendo el de los seres inteligentes, la reproducción se yergue como una necesidad fincada no solo en el instinto, sino en la genética. La búsqueda es incesante, siendo la hembra que sabiendo su etapa de celo buscará el macho con mejores posibilidades de una reproducción exitosa para el apareamiento.
    En los seres humanos, aunque las leyes de la reproducción son semejantes, se involucra habitualmente un sentimiento que desborda como olas caudalosas y se llama: amor.
    La procreación, así las cosas, fluye como una necesidad biológica sustentada en el amor; sin embargo, aún no se descubre dónde estriba el camino asertivo para ser buen padre, eficaz, y con buena resultados.

¿TODOS DEBEMOS SER PADRES?
    Existe un paradigma que al parecer la fuerza del tiempo lo ha ido ubicando en una justa realidad. Se decía: “La mujer solo se realiza cuando es madre, y cuando siente los dolores del parto”, “el hombre de verdad, debe perpetuar su nombre con un hijo varón”.
    Hoy día, a diferencia de hace algunos años las parejas que desean tener hijos limitan el número a dos o uno, y de acuerdo a proyecciones de población, en los próximos años las parejas optarán por un hijo, y muchas ninguno. La reproducción entre el género humano es una elección y no una obligación; ahora aún más, los hombres y las mujeres empiezan a pensar si en realidad tienen VOCACIÓN de ser padres, y más todavía si desean casarse.
El mundo de este siglo XXI se finca en la inmediatez, en lo práctico y en lo que genere gratificación inmediata. Bástenos volver la vista 40 años atrás, y veremos familias con 8 a 14 hijos, siempre con la idea firme de que, con más hijos más recompensas tendremos en el futuro, afirmaban todos los padres.

NO EXISTE INSTRUCTIVO PARA SER PADRE
    Sigmund Freud –gran investigador de la mente y alma humanas- afirmaba que la infancia es destino, que lo que sembremos en nuestros niños como dibujos cincelados se quedarán para siempre, manifestándose para cada día y cada momento del resto de su existencia.
    Aquí es justo donde se abre como abanico de sorpresas el poder desenredar el cómo hacer para diseñar caminos buenos para los hijos.
    La verdad es que nadie nos orienta las veredas en este reto de la paternidad; es habitual mediante el sentido común que vamos descubriendo los pasos para armar proyectos que son para toda la vida: mis hijos.
    El ser humano tiene la capacidad infinita de re-adaptar su existencia cuando llega a la adultez, inclusive habiendo tenido una infancia solitaria y con abandono, pueda encauzar su existencia por senderos luminosos; pero son los menos, la realidad es que el destino se marca desde la infancia.

PADRES TÓXICOS
    Debemos partir del entendido que son excepciones aquellos padres que deliberadamente desean dañar a sus hijos, y son habituales estelares de la nota roja; lo que sí es cierto que los padres de hoy fueron los niños de ayer, e inexorablemente están escribiendo su destino.
    A los hombres-padres se les enseña desde niños que su rol debe ser claro y bien pautado: fuerte, temerario, valiente, arriesgado y luchador, no tiene derecho a expresar sentimientos y mucho menos llorar, porque corre el riesgo de parecerse a las mujeres. Su lugar estará siempre en la “línea de fuego”, allí donde compita con otros “machos” en su misma misión.
    La mujer-madre, asumirá su rol sin cortapisas, siendo la encargada no solo del cuidado de los hijos, sino de su educación y formación; sola, siempre sola, porque el padre estará luchado por proveer, conseguir lo mejor, aunque esto implique en no estar con sus hijos. “No estoy con ustedes, porque debo trabajar duro para que vivan mejor”, suele decir el padre a sus hijos para justificar su ausencia.
    En esta línea de análisis bien podríamos decir que así es como debe ser, cada cual a su rol y todo será perfecto. No, no lo es porque el hombre asume un rol tóxico primero para él y después para su familia, aunque es evidente no es de manera deliberada. El hombre en aras de la competencia entre los machos, pierde momentos fundamentales en la formación y destino de los hijos, cree sin ambages que en la medida que más trabaje y mejores bienes materiales lleve a casa, mejor será su cumplimento en esta tarea. Es explicable porque siempre nos dijeron que era así, y poco reflexionamos los hombres que nuestra misma masculinidad tóxica se expande sin darnos cuenta en nuestros hijos. Pero, ¿puede ser de otra manera?
El otro escenario frecuente, es el mundo de las desavenencias y violencia entre las parejas, donde con creces demuestran que no tenían vocación de ser pareja, y mucho menos de ser padres, generando un clima de miedo, azoro e incertidumbre entre los niños, imaginando que es una pesadilla que algún día pasará.
Los padres se vuelven tóxicos no solo para sus hijos, sino para ellos mismos, creando un ambiente negativo donde impera la revancha entre ellos, es la moneda de cambio. Los hijos-niños impregnados por una autoestima negativa solo piden a la vida crecer para ser independientes, y lamentablemente muchas veces para repetir el esquema y escenario. 

¿QUÉ HACER?
    El presente artículo es solo una reflexión en voz alta como médico y consejero de parejas, sería muy pretencioso imaginar que tengo la respuesta. Lo que sí puedo apuntar es que ya es tiempo en que pensemos o promovamos la idea de que también para ser padres debe existir vocación, de que no se trata de algo que debe suceder porque es parte de la historia natural del ser humano, sino de una elección y no demerita si para alguien no existe este llamado a ser papá o mamá.
Los hombres algún día, y de eso tengo soñando desde hace casi 15 años cuando publiqué un libro llamado: “Los hombres mueren en silencio”, debemos arrancarnos la máscara del insensible, del que no sabe reír y mucho menos llorar, porque en ello nos va la vida y también la de nuestros hijos.

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