Otro tratado abusivo

CONCIENCIA CIUDADANA

Fuera de sus efectos económicos, lo que provoca más temor son algunos rubros del nuevo tratado, tales como la disminución o desaparición de los medicamentos genéricos, uno de los pocos artículos de consumo que permiten acceder a las clases empobrecidas de nuestro país a la salud, y sin los cuales sólo quedarían como opción los carísimos medicamentos de patente.

 

El Acuerdo Transpacífico de Libre Comercio, al que se integrará México tras que el Senado lo apruebe, es un tema de vital importancia para nuestro país y por supuesto para nuestro estado; razón por la cual ha de ser conocido y analizado por la Conciencia Ciudadana a fin de que demande a los senadores de la república su rechazo.

            La razón es la siguiente: para que nuestro país se integre a dicho Acuerdo, el Senado debe aprobar su actual redacción tal y como está, sin agregar ni disminuir ni una coma pues; México deberá aceptar todas sus cláusulas, las que benefician antes que nada a los intereses de las grandes empresas trasnacionales a cambio de muy pocos beneficios directos para la población de los países que lo componen, introduciendo gravísimos compromisos que atentan contra la libertad de expresión que aún garantiza nuestra Constitución.

            El Acuerdo Transpacífico, cuyas siglas son ATP en español o TTP por sus siglas en inglés, es uno más de los tratados de libre comercio que se han venido acordando desde hace muchos años, con el propósito de expandir el poderío de las grandes empresas y los sistemas financieros trasnacionales, y que han conducido en todo el mundo a una acumulación de la riqueza en manos de unos cuantos, a cambio del incremento de la pobreza en inmensos sectores de la humanidad. Es cierto que con dichos acuerdos comerciales las economías locales comienzan a funcionar y los negocios crecen; grandes inversiones fluyen hacia sociedades hasta entonces atrasadas, y las clases medias comienzan a gozar de niveles de vida superiores a los del pasado, aumentando sus niveles de consumo. En eso, no puede negarse que la economía llamada de libre mercado ha funcionado.

            Pero si bien ese ‘boom’ económico es atractivo, no es permanente, y al paso del tiempo comienzan a mostrar sus efectos nocivos: los empleos son cada vez peor pagados, las crisis dejan fuera de los negocios a las pequeñas y medianas empresas, y millones de trabajadores son lanzados al desempleo, amén de la destrucción del medio ambiente que causan. A la par de estas consecuencias, en algunos países como el nuestro, los tratados de libre comercio han servido además, para que una pequeña elite económica y política, ya enquistada en el poder público desde antes de los acuerdos, logre apropiarse de la planta productiva nacional, como sucedió en México cuando Teléfonos de México, una empresa nacional, fue vendida a precio de regalo por Carlos Salinas de Gortari a su gran amigo Carlos Slim, gracias a lo cual éste pasó de ser un mediano empresario mexicano, a convertirse nada más ni nada menos que en el hombre más rico del mundo.

            En cambio, a partir de la firma del TLC con Canadá y los Estados Unidos, México se convirtió en una inmensa maquiladora con los salarios más bajos no solo de sus socios, sino prácticamente de toda América Latina. Por lo demás, la mayoría de los mexicanos desconocemos hasta ahora el texto entero del tratado de libre comercio, cuyo ocultamiento solo puede hacernos pensar que el gobierno mexicano aceptó cláusulas desfavorables para nuestro país, que han influido desde entonces para que Canadá y Estados Unidos sigan siendo países ricos, y en cambio México se hunda en una creciente pobreza social.

            Hoy, el ATLC o Acuerdo Transpacífico está a punto de ser firmado por el gobierno mexicano, siendo el Senado de la República la única autoridad que puede detener esa firma en los términos desfavorables con que se está presionando a México para que lo acepte, caso que puede llevarnos a una situación tan o más desfavorable que la ocasionada por el TLC de Salinas de Gortari por lo que, de no impedirse, el Acuerdo será un baldón más en el gobierno de Enrique Peña Nieto quien, de firmarlo, sería recordado en el futuro de la misma forma en que lo ha sido Salinas de Gortari por haberlo hecho con el TLC.

            Fuera de sus efectos económicos, lo que provoca más temor son algunos rubros del nuevo tratado, tales como la disminución o desaparición de los medicamentos genéricos, uno de los pocos artículos de consumo que permiten acceder a las clases empobrecidas de nuestro país a la salud, y sin los cuales sólo quedarían como opción los carísimos medicamentos de patente. Pero aún hay más: con la firma del Acuerdo Transpacífico -aseguran los conocedores-, las opiniones vertidas en la redes de Internet, podrán ser censuradas y castigadas sin derecho a defensa judicial alguna, y la disponibilidad de adquisición de libros y películas también se verán limitados, pues los derechos de autor se extenderán hasta 90 años, para beneficio de las empresas editoriales.

            Estos son, entre otros, aspectos negativos del nuevo tratado, que han propiciado que, hasta en los Estados Unidos, país cuyas empresas son las más beneficiadas por este tipo de acuerdos, se esté levantando una ola de inconformidad social que han obligado incluso que la precandidata demócrata a la presidencia de la república Hillary Clinton, expresara su desacuerdo con algunas de sus cláusulas referentes a la industria farmacéutica. Y sin embargo aquí en México y en Hidalgo, los senadores y diputados, así como los políticos en general, prefieren gastar su tiempo en sus intrascendentes precampañas políticas sin atreverse a manifestar su opinión respecto al peligro que se cierne sobre la sociedad mexicana con el nuevo tratado, por miedo a enfrentarse a los caprichos del ejecutivo federal a quien en estos momentos deben complacer para no quedar fuera de la jugada electoral.

            En esa tónica, solo queda a la Conciencia Ciudadana manifestar su rechazo a dicho Tratado por todos los medios y en todos los foros posibles. De permitirlo, la sociedad mexicana volverá a sufrir las consecuencias de decisiones tomadas a su espalda y a las que, por desidia, la ciudadanía podría terminar aceptando. Ojalá que no suceda así y nos pongamos las pilas. Y RECUERDEN QUE VIVOS SE LOS LLEVARON Y VIVOS LOS QUEREMOS YA, CON NOSOTROS.

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