EL NIÑO Y LA CASA
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Al entrar a la casa se sentía un aroma entremezclado de rosas y de tristeza. El vestíbulo un poco anticuado con maderas viejas y la sala de un color parduzco. La escalera de madera color café con adornos también viejos. El dueño de la casa decía una y otra vez de su sueño de cambiar completamente la casa porque necesitaba una renovación y sí, ciertamente la necesitaba.
No hace mucho el hombre de la casa había llegado a habitarla con su esposa y sus tres hijos, había sido de su abuelo y la había heredado con un poco de maña. Sabía sobre la enfermedad de su abuelo quien habitó solo esta casona durante las últimas dos décadas; se apresuró a cuidarlo los últimos dos años, lo visitaba casi cada tercer día, se había vuelto casi indispensable y finalmente había salido su jugada casi perfecta, había heredado la casa.
Sus dos tíos debieron pensar en tener todo el derecho de quedarse con la casa, pero él se les adelantó, además, los tíos jamás se preocuparon por el abuelo. Ni siquiera reprocharon cuando supieron sobre el sobrino, quien recibió la casa, por otra parte lo único de valor del abuelo.
Ciertamente no ganaba mucho en el trabajo pero sí lo suficiente para hacerle arreglos a la mansión, de hecho él no pensaba sólo en arreglos, ¡no! Una verdadera renovación, la casa quedaría irreconocible. Agrandaría por allí, acortaría por acá, sobre todo los baños los cambiaría completamente porque estaban terribles, antiguos, sin chiste. Compraría piedrín gris para recubrir los muros, dejaría un tragaluz y la regadera sería grande de lluvia.
La esposa lo escuchaba y no opinaba, pues se dio cuenta de la obsesión del marido por cambiar. De hecho al esposo todo le parecía mal de la casa, las habitaciones, los muebles, las lámparas. Todo nuevo había dicho, “mi salario va a ser para cambiar la casa”.
Una noche el niño menor empezó con una tos seca, con fiebre, con dolor de cabeza. Se quejaba: “Mami, me siento mal, no aguanto” De inmediato le dijo al esposo: “vamos a llevarlo al doctor, nuestro hijo está enfermo”.
“Ni soñando mujer, el médico nos va a quitar un ojo de la cara, con lo que cobran por la consulta los pediatras. Cómo se han mercantilizado los especialistas. Y luego la medicina”.
En realidad intentaba ahorrar lo más posible para construir sus baños, era una obsesión pero valía la pena. Un día iban a apreciar lo que él había hecho.
Bien, pues la enfermedad empeoraba cada vez más y ahora sus otros dos hijos también tosían y tenían fiebre lo mismo la mujer. Él era el único sano, sin ningún síntoma, sano como ninguno.
Y la mujer volvió a insistir: “Por favor, llevémosles con el médico, mis hijos están enfermos y yo también”. El ruego quedó en el aire, para el hombre de la casa lo más importante era remozar la casa, los baños, la sala, las recámaras, en fin todo necesitaba renovarse.
No necesitó esperar más tiempo. En el mismo día su hijo de nueve años amaneció con la lengua azul y los ojos mirando a un punto indeterminado hacia el cielo; sus otros dos hijos también enfermos parecían esqueléticos reflejos de la muerte y su mujer también empeoraba cada vez más. Ni por eso cambió su parecer, para Él lo importante eran los baños y la sala y las recámaras y por tal decidió tampoco llevarlos al médico. Lo importante eran los baños, la sala, las recámaras, el vestíbulo, la biblioteca…