PEDAZOS DE VIDA
En realidad no tengo certeza de cuándo ni cómo fue que comencé a tener miedo a las serpientes. Cuando veo su forma de avanzar sobre la tierra y escucho el ruido que provocan sus escamas al avanzar entre las hojas secas, mi frente comienza a sudar y en forma de cascada, al igual que esta sensación, el sudor recorre todo mi cuerpo.
Nunca me han hecho nada, nunca me han mordido o he tenido una experiencia que me despierte uno de esos miedos guardados en el inconsciente, pero esa sensación de terror es muy natural cuando se trata de serpientes. En internet me gusta ver, con los acercamientos de la cámara, la forma en que el veneno escapa de sus colmillos y los diversos colores que tienen algunas.
Pero al ver una serpiente cerca, esa admiración y asombro que me genera el verlas en la pantalla, desaparece y se transforma en horror, es un miedo que no se puede controlar, en unas ganas de huir y no regresar. Al final las serpientes son como algún tipo de personas, aquellas a las que puedes mirar de lejos pero no te atreves tenerlas cerca, no porque no quieras sino por el miedo que al corazón generan.