Nosotros los pobres, ustedes los ricos

Nosotros los pobres, ustedes los ricos

RETRATOS HABLADOS

Aún en los peores momentos para una sociedad como la nuestra, los integrantes de las castas reales no hacen un alto en el camino para dejar de mostrar a propios y extraños que son eso: familias que no paran de ser exitosas, de sumar más y más dinero a sus capitales de por sí amplios, de gozar la vida como solo ellos saben hacerlo en una playa por supuesto exclusiva, en lugares que una inmensa mayoría de simples mortales jamás conocerán, porque además qué sentido tendría para plebeyos arrimarse a donde acabarían por esconderse en el primer rincón que encontrarán.

Aquí y en todas partes del Estado de Hidalgo, del país que se llama México, del mundo que se llama Tierra, los bendecidos por deidades que dan todo a pocos y nada a casi todos, aparecen en las revistas para dar hasta consejos de cómo ser triunfadores en la existencia, con un reloj que no es una imitación china de 300 pesos, sí a veces con otros cuatro ceros; trepados en una moto Ducatti, arropados con pantalones o vestidos que además anotan lo que cuestan, equivalente seguro al salario de dos o tres años de un trabajador de los que no saben, que no quieren triunfar como ellos.

Ellos sí que saben cuidar sus cuerpos esculturales y lucirlos en playas que no son las de Acapulco, Tuxpan o cosas por el estilo, sino del nivel que solo ellos y ellas merecen, y por lo que se ve, merecen mucho.

No, no se entiende a la fecha lo que supuestamente la emperatriz María Antonieta dijo cuando en el Palacio de Versalles le avisaron que la gente estaba furiosa y hambrienta: “¿Y por qué no comen pasteles?”, cuenta la leyenda que a la fecha nadie ha podido confirmar.

Pero pudiera ser que sí. Porque los juniors que vemos en las revistas “de sociales” no entienden el porqué otros no triunfan como ellos, están seguros que nada ha tenido que ver su papá, próspero empresario luego de ser próspero político, en su meteórica carrera rumbo a la abundancia que se dicen todos los días que merecen, que merecen mucho.

Y por eso dan consejos los jovenzuelos de piel cuidada, de sacos apretados de marca que ni conocemos, de pantalones zancones y por supuesto mocasines sin calcetines. A la moda como siempre, ejemplos a seguir si es que no se quiere pasar en la vida como un fracasado, un perdedor (loser, está claro, en su lenguaje agringado).

Los veo, en su velero, en el amor del que dan ejemplo, en sus aventuras, en el mundo que se llama Tierra y solo ha sido, desde tiempos inmemoriales, para ellos, siempre para ellos. 

Entiendo y lamento por qué los demás, todos los demás, no entienden que su hambre puede ser saciada comiendo pasteles.

Mil gracias, hasta mañana.

Mi Correo: jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

Mi Twitter: @JavierEPeralta

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