FAMILIA POLÍTICA
• “A veces no conoces el verdadero valor de un
momento, hasta que se convierte en memoria”.
Dr. Seuss
Nostalgia: del griego clásico νόστος [nóstos] «regreso», y ἄλγος [álgos] «dolor»), es descrita como un sentimiento de anhelo por un momento, situación o acontecimiento pasado. El propio Goethe, en su inmortal Fausto, escribía: ¡Detente, instante… eres tan bello!
Recientemente, el Grupo Renovador Normalista, entre quienes destacan mis maestros y amigos, Profr. Bonfilio Salazar Mendoza y Jaime Flores Zúñiga, con múltiples esfuerzos lograron publicar un libro, de colectiva autoría, denominado Fiestas y Tradiciones Normalistas, el cual se presentó por primera vez en la reciente feria Universitaria del Libro y por segunda el pasado 26 de noviembre, en la vieja casona de Mina 110, que durante años albergara a la institución formadora de numerosos profesores, responsables de formar alumnos de enseñanza básica en Hidalgo y otras entidades federativas; me refiero a la Escuela Normal Urbana Federalizada, Benito Juárez (hoy CREN) de la cual tuve el privilegio de egresar. La generosidad de los organizadores me permitió intervenir en ambas ocasiones, como comentarista.
En ese ramillete de textos, más producto del amor que de la maestría literaria, se expresan puntos de vista en relación con nuestra Alma Mater. Los protagonistas somos ex alumnos que, a pesar de las diferentes perspectivas en que la vida nos puso (algunos, modestos profesores; otros, doctos profesionales no sólo en la docencia, sino en diversas ramas del saber humano)… volvimos a meternos en los zapatos de los estudiantes que fuimos. Así, volvieron las vivencias festivas: cantos, porras, bailes, escapadas, excursiones, audacia para escribir los primeros sonetos… Confieso que los recuerdos de aquellos lejanísimos tres años, son de fiesta continua, imborrable, siempre formativa: actividades lúdicas aún en aspectos relacionados con una seria formación profesional.
¡Ahhhh! Cómo no recordar la paternal figura del Director, Licenciado Gaudencio Morales, eternamente soltero, vestido de traje, con sombrero y voz con inconfundible dejó Serrano; la señera figura de la abuelita de mi compañera Vicky Zapata; el espíritu siempre jovial del Profe Bonfilio, a bordo de su novedoso vocho verde con rayas amarillas; los consejos prácticos de Javier Hernández Lara, quien en su amena y formativa clase Historia de la educación en México, nos recomendaba no presentarnos en una comunidad, sin dominar por lo menos un instrumento musical; la cátedra de Didáctica General y la obsesión de la enérgica Profesora Alicia García Rodríguez, por la ortografía; el Profesor y Licenciado Jaime Flores Zúñiga, quien, como sinodal en mi examen profesional, quería reprobarme, sólo porque dije que la planeación escolar no servía para nada… y muchos otros más, que caben en la reminiscencia, pero no en el espacio de este artículo; recordar es aprisionar un momento y la cárcel de mi memoria está sobrepoblada. Esta es una lista ejemplificativa, no limitativa; ya no caben ni las omisiones.
El edificio de Mina crece con los años en el ideal, en el recuerdo. La realidad no es congruente; lo visualicé, ahora, en su dimensión material. Mucho ha cambiado la enorme y monumental arquitectura que va conmigo en la nostalgia. En el reencuentro dialéctico de lo que fue, con lo que sigue siendo, se dio la simbólica confrontación de dos mundos: el ideal y el sensorial: salones, pasillos, muros… son grandes, señoriales, pero su realidad se hizo más evidente al recorrerlos muchos años después. Aquí me encontró la adolescencia; aquí me volvió a ver en el último tercio de mi vida.
Durante el aprendizaje docente, en instituciones superiores, fuerte impacto lógico me causó la tesis de algún educador en la Unesco, que hablaba de tres principios básicos: APRENDER A APRENDER, APRENDER A HACER, APRENDER A SER…el primero describe la dinámica del proceso enseñanza-aprendizaje, en el cual se llega a la conclusión de que la mejor forma de aprender, es enseñar y que nunca se deja de ser maestro, o alumno, aún en las informalidades de la vida cotidiana.
Cuando las ideas no logran plasmarse en la realidad, son idealismo estéril, utópica concepción de mundos irreales; pero cuando la práctica no tiene sustento en la teoría, se corre el riesgo de caer en estéril pragmatismo, totalmente al margen de cualquier valor. En este esquema, la praxis y la Axiología se excluyen: teoría y práctica deben complementarse en la vida de los seres humanos, para lograr el desarrollo integral de todas sus facultades: lenta, gradualmente, etapa por etapa, el niño, el adolescente, el hombre, el anciano… aprenden diariamente, aunque no lo quieran, a HACER para llegar a SER. Es claro que la existencia es una escuela genérica y evolutiva; todos, absolutamente todos los entes humanos, vivimos en el aprendizaje voluntario o involuntario, hasta el último día de nuestra existencia y… tal vez, después.
El libro Fiestas y Tradiciones Normalistas, es una bella oportunidad para el reencuentro. El inmortal Pablo Neruda, en su Poema número 20, escribía los inmortales versos: “La misma noche, que hace blanquear los mismos árboles… Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”; aunque sigue brillando en el horizonte una roja estrella de cinco puntas, con una N blanca en medio. Donde quiera que se encuentren dos o más normalistas, aunque no se hayan visto jamás, siempre está presente un invisible lazo de fraternidad que nos identifica.
Al concluir sendas intervenciones, tanto en la FUL, cuanto en la casona de Mina; expresaba yo, ante siglos de historia viviente (suma de edades de los presentes): Neruda tenía razón; nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. ¡Claro que no somos los mismos! Ahora tenemos un complemento, somos mejores, porque el espíritu de la Normal y el normalismo se impregnaron en nuestro ser. Nos nutre y acompaña todos los días para: aprender a aprender, aprender a hacer y aprender a ser.